50 lecciones para 50 años: Parte 17

Photo by freestocks on Unsplash

Ayer escribí sobre los hobbies (ya les comparto ese enlace) y me di cuenta de que quizá sí tenga una personalidad compulsiva. Siempre me ha gustado reunir cosas que pueda clasificar. Me acordé que hasta había escrito antes de esto en un post en Medium (ah sí, síganme en Medium, por favor). No fue sino hasta que estuve leyendo ayer sobre cuántas cosas he tratado de coleccionar o de empezar y luego… no lo hago. Es como si lo emocionante fuera la planificación, no la ejecución como tal.

Y ahora me pongo a pensar en cuántos proyectos he pensado en arrancar y ahí quedan. Un podcast, un libro (que aún vive, si acaso en coma), el blog de cine (este)… Creo que el secreto es obedecer a la compulsión y determinar si de verdad podemos seguirla, o es solo un antojo del momento. Si no, dejas una larga fila de cadáveres de proyectos atrás, y te hace ver como un acumulador mentalmente inestable, y nadie quiere eso, ¿verdad?

Pueden visitar las entradas anteriores de esta serie, incluyendo el de ayer de los hobbies, aquí.

18.- Amar a tu país significa reconocer sus fallas con el mismo fervor que sus maravillas.

El buceador Carlos Coste «corriendo» con la bandera venezolana. Foto por Israel Gil en Unsplash

Tengo la suerte de ser venezolano. Y no es una suerte que nadie debería envidiarme. Es todo un reto. Porque bastantes problemas que tenemos, tanto como país como personas. El país está regido por una cuerda de miserables mafiosos hijos de veinte castas de meretriz que han destruido la que fue la mejor economía de América del Sur en los ochenta, cuando la regía otra manga de animales que se dedicó a enriquecerse, y cuando llegaron los que tenían que acomodar el peo no los dejaron y bueno. Eso resultó en gente que no tiene ni la culpa de ponerse a pelear por cualquier cosa que medio presientan es un ataque. Pero a la vez es un país que en los 40 y 50 recibió gente de todo el mundo, lo que nos dio una mezcla de culturas única. Es un país lleno de gente que quiere trabajar –de hecho son más los que quieren ganarse la vida honestamente que los que quieren pisotear al de al lado. Así seamos un mar de contradicciones, primero somos graciosos, solidarios, familiares. Y sí, estamos llenos de maravillas naturales que nos enorgullecen, así sea para decir que al menos algo bonito tenemos. Así sea que tiene que venir de vez en cuando alguien de afuera para recordarnos lo que dejamos atrás, los que nos fuimos, para poderlo apreciar más. Todo lo mismo aplica para Estados Unidos. Yo nací aquí y ahora vivo aquí, y digo con orgullo que también soy estadounidense. Pero entre el racismo, el libertinaje transformado en estupidez («no me vas a obligar a usar una máscara, esto es un país libre»), los tiroteos en masa… Igual que alivio poder estar en un país donde ves los frutos de tu trabajo, donde las instituciones funcionan en su inmensa mayoría. Puedo decir sin ninguna pena que amo a mis dos países, sin ignorar sus problemas. Porque creo que de eso se trata el amor sincero, no el amor ciego que se disimula en patriotismo.

17.- La vida online es para complementar la vida offline, no para sustituirla.

Photo by Markus Spiske on Unsplash

Es difícil de creer, pero estamos casi todos viviendo una doble vida desde hace casi veinte años. En 2007, cuando salieron tanto Twitter como Facebook, todos empezamos a estar más conectados que nunca, pudimos tener más voces que nunca. Y cuando llegó Instagram, decidimos sólo mostrar lo más hermoso de nuestros días. ¡Cero estrés! Pero es un mundo con doble filo. ¿No tener que lidiar con gente incómoda? Perfecto. ¿Poder decir lo que te dé la gana? Maravilloso. En Internet uno puede ser quien tú quieras. Y si el mundo real es demasiado estresante, te puedes olvidar que existe. Cuántas historias leí de gente que dejó morir a sus perros o hasta a sus hijos por estar pegados a Internet, o el que murió de una trombosis por estar demasiado tiempo sentado frente a la computadora. No tengo que ir tan lejos: cuántas veces a mí me dijeron que dejara Twitter. Cuántas veces estuve a punto de dejar a alguien porque me dijeron que dejara Twitter. Porque en Twitter tenía buena fama y la gente me respetaba. Porque ocultaba inseguridades detrás del pajarito azul. Hasta finalmente entendí: no pongas nada en Twitter que no estás dispuesto a repetir en el mundo real. Tener 500 amigos en Facebook no quiere decir que tienes 500 amigos reales. Al igual que el alcohol y las drogas, se puede volver adicto al Internet; de hecho muchas compañías de Internet así buscan que sea. De modo que hay que, de vez en cuando, poner el celular en modo avión, dejar la pantalla atrás, y respirar aire puro.

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