50 lecciones para 50 años: Parte 18

Photo by Marek Piwnicki on Unsplash

La batalla contra la frustración es algo diario, para muchos. Y es que duerme menos, pierde paciencia. Hay retos diarios que uno no comprende en el momento, hasta que tiene que lidiar con ellos. Ahí es donde uno ve la madurez, la inteligencia y la fortaleza mental de la que realmente uno dispone.

Digo todo esto porque –y que conste, esto ya yo lo sabía– tener un perrito nuevo es maravilloso, pero también tiene su lado difícil. Es educarlo a que no muerda, es que entienda que no es jugar cada vez que él (o en este caso, ella) quiera. Es limpiar sus desastres, es atenderlo. Y en mi caso, es educarla a que trate bien a la niña de la casa, y educar a la niña de la casa que la trate bien a ella. Ah, y no olvidemos que antes que llegara la perrita Leia, estaba la agapornis Sky, que también requiere atención. Son muchos retos que he aceptado tomar con gusto. Pero no quiere decir que no requieran de paciencia.

Creo que lo que más quiero decir es, ¿puedo dormir? ¿Por favor?

Pueden leer todas las entradas de esta serie aquí.

16.- Habla con extraños.

Photo by Priscilla Du Preez on Unsplash

«Nadie es una isla», dijo el poeta inglés John Donne, en su poema «Por Quién Doblan Las Campanas». «Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo; cada hombre es un fragmento del continente, una parte de un conjunto». Y eso es algo que hemos olvidado. Claro, también hemos visto, no todo el mundo merece ser parte de ese continente, mucho menos tener acceso a otras islas. Pero de vez en cuando, al menos en mi caso, necesito saber que no estoy solo en este mundo. Más aún en mi condición de inmigrante, donde los pocos amigos que tengo en la misma ciudad están tan o más ocupados que yo y casi no nos podemos ver. También yo tengo la ventaja que por mi trabajo tengo que hablar con extraños (una lotería, de por sí). Pero saludar a alguien que está en una cola, esperando con uno el autobús, el que trae la comida, el cartero, el que te recibe en la tienda… Todos tienen la capacidad de ofrecer una conexión. Y casi invariablemente te hacen sentir mejor. No digo que trates a cada extraño como si fuera tu mejor amigo; pero recuerda que no se puede construir una sociedad mejor si no confiamos al menos un poco en los demás. Uno de los grandes dramas de mi país.

15.- Es verdad: madurar es opcional.

Photo by Jane Almon on Unsplash

Otra regla cuyo título me robo de algo que escribí años atrás, y que me alegro que mantengo como una lección de vida. Hay quienes dicen que ya cuando uno llega a cierta edad te tienes que comportar de tal o cual manera, dejar ciertos hábitos… madurar. Tienen razón y están muy equivocados. Es cierto, uno no puede comportarse como un niño ya siendo un adolescente, o como un veinteañero siendo un cuarentón. Pero si hay algo que me ha mantenido joven, que ha hecho que la gente se divierta junto a mí, que me ha ayudado en los momentos más oscuros, es mi niño interior. El que aún disfruta de una serie animada, sea o no para adultos. El que colecciona Funkos. El que le juega bromas a su Yadi amada. El que llora cuando se siente mal. El que se asegura que los que interactúan con él estén siempre del mejor humor posible. Sé muy bien cuándo tengo que ser un papá, un tío, un adulto, pero eso se puede apagar y prender sin problemas. ¿Es necesario madurar? Absolutamente. ¿Se puede seguir siendo un niño? Es hasta igual de necesario. Porque nos estimula a jugar, a relajarnos, a divertirnos… y a ser más humanos.

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