50 lecciones para 50 años: Parte 1

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Creo que la más inevitable de las grandes tareas que se nos asignan, ciertamente la única que nadie sabe si estaba preparado para ella sino hasta el examen final, es envejecer. El autor Karl De Schweinitz dijo una vez que «vivir aún está por ser reconocido como una de las artes», aún cuando millones de millones han tomado cualquier material que tengan a la mano y se han puesto a la tarea de recrearlo, en esa exhibición que llamamos humanidad.

Hoy faltan 25 días para terminar mi quinta década en este arte, y como tantos que no pueden creer haber andado tanto y tan poquito a la vez, hoy miro para atrás para ver las piedritas que recogí, los paisajes que se quedaron en la memoria, las marcas que me quedaron en la piel. Llego feliz con la vida que he vivido, con mis logros, mis fallas, mis victorias y mis arrepentimientos.

De aquí a ese día, quisiera compartir con ustedes algunas de las lecciones que he aprendido en el camino, dos cada día, para quien las quiera tener. Tal vez sean las mismas que cualquiera que haya vivido una vida parecida o quizá pueda aportar algo novedoso (a lo mejor simplemente lo digo distinto). Pero las escribo consciente de que no son necesariamente lecciones que nadie tomará al pie de la letra. Porque al final, cada quien pinta su cuadro, o esculpe su estatua, o escribe su poema, detrás de un lente que es propio y de más nadie. Lo que espero es mostrar cómo me está quedando este experimento a mí.

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Hacia adelante

Image: Photoangel

Hablemos un segundo (zas) del tiempo. Tratemos de imaginar lo realmente insignificante que somos en términos cosmológicos. Si reducimos toda la historia del Universo en un año, como se ha hecho varias veces, el Homo sapiens habría aparecido a las 11:30 de la noche del 31 de diciembre. Y esos son casi dos millones de años de historia. Reducidos a 1.800 segundos. Te pone a pensar, ¿no?

El tiempo es algo que parece lo más constante que hay pero en realidad cambia en cuanto cambia la perspectiva de quien lo ve. Un segundo es una eternidad para el que llegó de segundo en los cien metros planos, una hora no es nada para el que está por despedir a un ser querido. En un minuto puede cambiar todo para la que espera el resultado de una prueba de embarazo. En un día puede que a un empleado promedio no le pase… nada.

A la vez, el tiempo puede ser eterno y efímero. Hay días que parecen durar unos minutos, otros se extienden más allá de sus 24 horas. Y créanme que les digo, pocas cosas te cambian tanto como el momento en el que te decides a ser uno de esos venezolanos que no pudo, no quiso o no aceptó quedarse en un país que lo es cada vez menos.

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