50 lecciones para 50 años: Parte 9

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Hice algo esta semana que tenía cierto tiempo queriendo hacer: me uní a un club de lectura. Por la aplicación Literati, ahora recibo recomendaciones de lectura nada menos que del propio Austin Kleon, quien desde hace ya un cierto tiempo ha guiado mi pensamiento creativo. Ahora espero poder compartir con más de sus admiradores discutiendo los libros que él recomienda mes a mes. (Literati no está disponible fuera de Estados Unidos, pero ciertamente pueden suscribirse al boletín semanal de Austin aquí para ver más de lo que él lee, escribe y consume.)

No solo lo hice para tener un libro nuevo que leer cada mes, sino también para tener una cierta comunidad. Una de las cosas que más disfrutaba de la Asociación de Origami de Venezuela es que, además que podía aprender nuevos modelos o técnicas, podía compartir con gente con la que compartía una pasión. Hablaré más de eso más adelante, pero solo les digo, jamás descarten tener una «tribu». No hay nada como el sentido de comunidad.

Pueden leer las entradas anteriores de esta serie aquí.

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50 lecciones para 50 años: Parte 1

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Creo que la más inevitable de las grandes tareas que se nos asignan, ciertamente la única que nadie sabe si estaba preparado para ella sino hasta el examen final, es envejecer. El autor Karl De Schweinitz dijo una vez que «vivir aún está por ser reconocido como una de las artes», aún cuando millones de millones han tomado cualquier material que tengan a la mano y se han puesto a la tarea de recrearlo, en esa exhibición que llamamos humanidad.

Hoy faltan 25 días para terminar mi quinta década en este arte, y como tantos que no pueden creer haber andado tanto y tan poquito a la vez, hoy miro para atrás para ver las piedritas que recogí, los paisajes que se quedaron en la memoria, las marcas que me quedaron en la piel. Llego feliz con la vida que he vivido, con mis logros, mis fallas, mis victorias y mis arrepentimientos.

De aquí a ese día, quisiera compartir con ustedes algunas de las lecciones que he aprendido en el camino, dos cada día, para quien las quiera tener. Tal vez sean las mismas que cualquiera que haya vivido una vida parecida o quizá pueda aportar algo novedoso (a lo mejor simplemente lo digo distinto). Pero las escribo consciente de que no son necesariamente lecciones que nadie tomará al pie de la letra. Porque al final, cada quien pinta su cuadro, o esculpe su estatua, o escribe su poema, detrás de un lente que es propio y de más nadie. Lo que espero es mostrar cómo me está quedando este experimento a mí.

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