50 lecciones para 50 años: Parte 12

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En la entrada de ayer, mencioné por primera vez a mi terapeuta. Es la segunda vez que voy a terapia, y es algo que debí retomar hace mucho tiempo. La primera vez no me sirvió de nada porque no apliqué las cosas que vi allí en el breve tiempo que estuve, no vi las cosas que estaba develando allí; la segunda terminó antes de tiempo por inmigración. Esta tercera voy con todas las ventajas de la tecnología y un apoyo incondicional de mi familia, que siempre es una ventaja enorme.

La terapia mental, el psicoanálisis, la psicología, no son necesariamente para gente con problemas; creo que ese es el estigma que cargan muchos que les impide buscar ayuda profesional. Pero yo lo veo más bien como el tratamiento a una herida, que busca evitar que se infecte y afecte al resto del cuerpo. No olviden que Khal Drogo, el más poderoso de los guerreros, murió por una insignificante cortada (spoiler para Juego de Tronos, sabrán disculpar). Estoy inmensamente agradecido a mi terapeuta y el tiempo que hemos pasado juntos, pues ya siento nuevos cambios y cosas buenas por venir.

Pueden ver las entradas anteriores aquí.

(No sé si será obvio, pero todas las fotos que estoy usando para estas entradas las saco de Unsplash, un sitio web con miles de miles de fotografías de libre uso, que solo pide que le des crédito al fotógrafo cuando las uses. Claro, si abres una cuenta con ellos tienes más ventajas, si las necesitas. Muy útiles y una belleza de catálogo.)

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50 lecciones para 50 años: Parte 7

Photo by Benjamin Davies on Unsplash

«Good guys end last». Uno de los clichés más crueles que he escuchado. En especial porque muchas veces me lo espetan en la cara. Nada me desespera más que me animen a violar reglas, a buscar atajos, a usar eso que se llama «viveza criolla» y es origen de tantas de nuestras miserias. Negado toda la vida a seguir esos pasos, pero admito que hay momentos que es difícil. Porque uno ve a la gente que piensa así tan relajados, mientras uno sigue la senda de la ansiedad por cumplir. Se da cuenta que el camino más fácil no siempre es el mejor, pero también se da cuenta que la educación que recibió fue de calidad.

¿Soberbio? Espero que no. Quiero reconocer el esfuerzo de mis padres y demás mentores a la hora de moldear mis principios. No me creo mejor que los demás, solo distinto. Y como dije ayer, malo es el que obra mal.

Parte uno. Parte dos. Parte tres. Parte cuatro. Parte cinco. Parte seis.

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