
Además de ser un ejercicio de reflexión, donde peso las cosas que he vivido para evaluar mi medio siglo de vida, esto me ha servido para volver a desarrollar el hábito de la escritura, la eterna pata de la que cojeo. Pero ahora me puse una fecha límite, el odiado amor del periodista, así que espero después que lo termine me quede el hábito. ¿Otra lección aprendida? Ya veremos.
Antes de que sigan, quisiera ofrecerles este calendario que el autor Austin Kleon deja en su página web para que hagamos retos parecidos. Es tratar de no romper la cadena hasta poder desarrollar el hábito, llámese escribir, hacer ejercicio, no fumar, caminar, etc. La frase de Austin que más me gusta: «Algo pequeño, todos los días, se acumula hasta ser algo grande a medida que pasa el tiempo».
Pueden leer la primera parte aquí.
48.- Pide prestado lente ajeno antes de juzgar a alguien más.

He usado lentes desde que tengo 17 años, así que conozco esta frase demasiado bien, en el momento que alguien se pone tus lentes por curiosidad: «¡Chamo, estás ciego!» Obvio que para ellos así va a parecer; los lentes están diseñados para mi punto de vista particular. Eso se puede aplicar en la vida real también. La vida que llevamos condiciona nuestro ojo, así que no esperemos que todos veamos las cosas como la vemos nosotros. Para eso se necesita un grado de empatía que he visto decaer drásticamente en el mundo, en especial entre mi gente de Venezuela, y espero verlo recuperarse en el tiempo que me quede de vida. Porque al ver cómo otras personas están viendo el mundo, podemos conectarnos mejor como seres humanos y podemos contribuir mejor a las situaciones que nos agobian. Todo es cambiar el punto de vista propio y dejar de pensar que es el único. No insultes a alguien más solo porque no entiendes cómo ve el mundo. Busca ver lo que ellos ven. Quién sabe, a lo mejor se merece el insulto. O a lo mejor no.
47.- Así como compartes tu alegría, comparte tu dolor.

Yo comparto algo con el lado paterno de la familia: nos quedamos calladitos ante el agobio personal. Si nos sentimos mal, nos lo callamos, porque pensamos que no podemos contribuir al peso emocional de nuestros seres queridos. Y ese es un defecto que apenas ahora estoy empezando a corregir, luego de muchas lágrimas, muchos errores y muchas conversaciones con mi better half. El peso del mundo no es nuestro solo para cargar, punto. No somos una isla, sino un archipiélago, tal vez un continente, que está hecho para soportar grandes masas. Así como uno es rápido para compartir triunfos, alegrías, uno debería saber que también puede compartir tristeza, distribuyendo así el peso de lo que nos agobia. Creo que es por eso que la parte final de Inside Out (una película que jamás dejaré de amar y recomendar) resuena tanto conmigo, y por eso vuelvo a hablar de empatía. Hay dos cosas vitales en este mundo humano: el peso de tu palabra, y las relaciones que has desarrollado en tu vida. Es tu red para evitar que te caigas cuando vuelas demasiado alto, o la cuerda que te saca de los fosos más profundos.
Pingback: 50 lecciones para 50 años: parte 3 – Mi mente en letras 2.0
Pingback: 50 lecciones para 50 años: Parte 4 – Mi mente en letras 2.0
Pingback: 50 lecciones para 50 años: Parte 5 – Mi mente en letras 2.0
Pingback: 50 lecciones para 50 años: Parte 6 – Mi mente en letras 2.0
Pingback: 50 lecciones para 50 años: Parte 7 – Mi mente en letras 2.0
Pingback: 50 lecciones para 50 años: Parte 8 – Mi mente en letras 2.0