
Duerman, chicos. No se dejen engañar por aquello de que «yo toda la vida he tenido problemas para dormir y mira, estoy bien». Eso casi siempre se dice luego de cierto período de irritabilidad, falta de concentración y afines. Dormir por siempre será uno de los grandes placeres de la vida y uno que lamento en el alma no poder aprovechar como solía hacerlo, en que dormía invariablemente mis ocho horas requeridas. Ahora ese es un gusto reservado para los fines de semana, y no son los mismos para ustedes (hoy, de hecho, es mi viernes). Mientras escribo esto, apenas tengo tres horas corridas de sueño, y quién sabe si, ahora que tengo una nueva hija, podré realmente recuperar después. Supongo que volveré a leer mi carta de amor a la siesta para inspiración.
Parte uno. Parte dos. Parte tres. Parte cuatro. Parte cinco. Parte seis. Parte siete.
36.- Camina.

No les voy a negar que esta es la lección aprendida que menos ejerzo, aunque desde que caí en la tentación de un reloj inteligente he estado un poco más consciente de que llevo demasiado tiempo aletargado. Y sin embargo, disfruto muchísimo caminar. Sí, cuando es en la naturaleza mejor, ya sea en un prado, un bosque o la playa. Pero también por cualquier zona urbana que invite a caminar. Explorar a pie la zona de Chacao en Caracas, o la urbanización Los Palos Grandes, era un estímulo sumamente positivo. El downtown de Orlando también se presta para el safari de a uno. Y es que caminar, además del evidente beneficio físico, es también un gran estímulo mental. Austin Kleon, autor dedicado a ensalzar el espíritu creativo, citó en su libro Sigue Andando (aquí en español) a Linn Ullman, hija del director Ingmar Bergman, diciendo que su padre «era un hombre muy disciplinado y puntual; era un prerrequisito para su creatividad. Había un tiempo para todo: para trabajar, para hablar, para la soledad, para descansar. Sin importar a qué hora te pares de la cama, sal a caminar y luego a trabajar, decía, porque los demonios odian que salgas de la cama, los demonios odian el aire fresco». Recuerden eso: los demonios odian el aire fresco.
35.- No le vas a caer bien a todo el mundo, sin importar cuánto lo intentes.

Hay algunos a quienes esto no les molestará. Hay otros que lo celebrarán, quizá incluso lo buscarán activamente. Pero confieso que durante mucho tiempo yo buscaba activamente la aprobación de todo el mundo con el que interactuaba, así fuera brevemente. Y eso era triste. Porque claro, las personalidades a veces chocan, y lo mejor que uno puede hacer es controlarlo. Con el tiempo aprendí a preguntarme «¿y para qué quiero yo caerle bien a este ser?», o al menos, «¿esta persona enriquecerá mi vida aunque sea brevemente?», y eso me ha ayudado a determinar mi grado de amabilidad. Está bien, no seré un ermitaño o ser huraño que hará incómodo a todo el mundo (aunque luego del año de la distancia social, ¿recordaremos cómo interactuar en público?) pero tampoco me desvivo por caerle simpático a todo el mundo. Total, no todos lo merecen. Eso sí, qué perfecto es encontrar seres afines a uno con los que haya ese «clic», así sea brevemente.