50 lecciones para 50 años: Parte 14

Photo by Axville on Unsplash

A medida que se acerca la fecha final de este proyecto –léase, mi cumpleaños– tengo la suerte que, por lo visto, al menos para algunos, no aparento la edad que tengo. En estos días al menos dos personas pensaron que tenía 35 años, lo que por supuesto fue una gran inflada para el ego. Y llego con buena salud, tanto mental como física. Así que no puedo quejarme.

Y de repente, llegan cosas que me recuerdan que sí, que ha pasado cierto tiempo ya. Ayer un niño particularmente inquieto de unos cuatro años estaba con uno de los dispositivos para ayudar a los huéspedes (se llaman Ziosk), y cuando se lo traté de quitar trató de morderme los dedos. Mi inmediata reacción fue alzarle la voz, lo que por supuesto uno no debe hacer si es un niño que no es tuyo y, más aún, es una mesa que tú estás atendiendo. Por supuesto que luego me disculpé profundamente, y aceptaron mis disculpas. Pero me di cuenta que ha sido una semana que he dormido poco, y eso empieza a alterar mis reacciones.

Qué importante es dormir, sin importar quién piense o diga lo contrario. En especial a medida que uno se va haciendo más viejo. Las baterías siempre necesitan recargarse, o el sistema no funciona. Espero que pueda hacerlo, o el próximo niño le va a costar una cachetada y a mí el trabajo.

Pueden leer las entradas anteriores a esta serie aquí.

sigue leyendo