
La penúltima entrega de esta serie, que tan gratificante ha sido para mí escribir, llega en un día sumamente importante en mi vida, pues sin él no habría manera que estuviera frente a este teclado: el cumpleaños de mi papá.
A medida que pasan los años veo su cara cada vez más mientras me veo en el espejo: muecas, arrugas, bolsas debajo de los ojos, sonrisas… Siempre me han dicho que heredé su sentido del humor y el «más corazón que razón» de mi mamá, y es muy tarde para negarlo ni que quisiera. Cada paso que he dado en la vida ha sido tratando de imitar uno suyo, empezando por la decisión de siempre estar ahí para su familia así el trabajo nos saque la poca energía que podamos disponer. Tiempo atrás me quejaba de que no había logrado lo que él había hecho a mi edad –tener una familia, casa, carro, viajar– pero acepté que fueron épocas muy distintas.
Hoy celebro que mi viejo llega a sus ochenta años bueno y sano y rodeado de amor de su familia y amigos, que tiene dos nuevos nietos que lo deshidratan de baba cada vez que están cerca, que sabe que sus hijos crecieron y se hicieron hombres de familia, trabajadores, buenos y cariñosos. Decir que muchas de las lecciones que escribo aquí las aprendí de él es como obvio, pero les aseguro que todas se resumen en una: mi papá no solo es un gran padre, es un gran hombre, una gran persona, y uno debe tratar de copiar las acciones de los grandes para llevar una buena vida. Agradezco tanto que lo pueda ver feliz, así sea a la distancia, y no puedo esperar a que pueda abrazarlo otra vez. Feliz cumpleaños, papi.
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2.- No hagas lo correcto por la recompensa; haz lo correcto porque es lo correcto.

En años recientes me vi atraído por el estoicismo, la corriente filosófica que nos recuerda que no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor, únicamente nos podemos controlar a nosotros mismos. El emperador Marco Aurelio es quizá el filósofo estoico más famoso, y uno de sus exponentes actuales, el escritor Ryan Holiday, no duda en llamar a su libro Meditaciones «no sólo uno de los más grandiosos libros jamás escritos pero quizá el único de su tipo». Y es un libro que se supone no debía ser visto por otros ojos más que los ojos de Marco Aurelio, pues era su diario personal: reflexiones diarias que el emperador anotaba cada noche antes de dormir, aconsejándose a sí mismo sobre cómo ser mejor, más justo, más calmado. No he tenido la oportunidad de leerlo aún, pero hay varias frases que se han regado por el mundo que han resonado mucho conmigo: «La mejor venganza es ser diferente a quien causó el daño»; «Podrías dejar la vida hoy mismo; deja que eso determine lo que haces y dices y piensas».
La frase que más se ha quedado en mi vida es esta: «No pierdas más tiempo argumentando sobre lo que debe ser un buen hombre. Sé uno.» Es una forma más bonita de decir «las acciones pesan más que las palabras» pero hay tanto más en esa frase, para mí. Cuánto decimos que hace más falta esto, lo otro, aquello y no sé qué, que a la sociedad le hace falta esto o aquello. Pero nadie se decide a hacer nada al respecto. Todos queremos cambio pero queremos que los demás sean los que cambien. Y hay tantos que solo hacen algo para recibir algo a cambio. No digo que todos empecemos a hacer algo solo porque sí, porque entonces nos vamos a sobrecargar de más y no serviremos para nada. Pero sí digo que necesitamos empezar a hacer las cosas, no porque vamos a recibir algo, sino porque es lo correcto.
Vamos a dejar de colearnos porque molesta a los demás; vamos a dejar de copiarnos en los exámenes porque nos pueden atrapar; ya basta de dejar que otro lo hago porque está sobrecargado; hagamos todo eso porque es lo correcto. Y les dejo otra frase de Marco Aurelio: «Lo que no es bueno para la colmena no puede ser bueno para la abeja». Lo uno con lo que dije el otro día: «Ningún hombre es una isla». Tenemos que dejar de pensar en que somos seres aislados y que lo que hacemos no afecta al todo. Y quizá así avancemos como sociedad y como mundo.
(Si quieren leer Meditaciones pueden descargar una copia gratuita aquí, o escuchar el audiolibro aquí; si quieren comprar su copia he visto recomendada la traducción de Ramón Bach Pellicer en español –¡ni se les ocurra pagar $117 por ella!– y la de Gregory Hays en inglés es normalmente considerada la mejor.)