Como buen fan del «stand-up» que soy, me llamó mucho la atención la carrera de Chris «Crazy Legs» Fonseca, un comediante chicano que nació con parálisis cerebral. Durante mucho tiempo, así empezaba su rutina: «Hola, soy latino y discapacitado. Saben lo que quiere decir eso: si me hacen enojar, saco un cuchillo y los dos nos lastimamos». Y más adelante: «Me mandaron a pasar las vacaciones con mis padres. Dios, cómo odio los cementerios…»
Cuando hablo de Fonseca, muchas veces tengo reacciones encontradas. Lo admito, no es fácil verlo en escena, y a veces es menos fácil entenderle. Y hay algo aún más extraño sobre el hecho que pareciera burlarse de sí mismo. Pero las reacciones que tiene del público son realmente únicas. Sin mencionar que, al menos a mi parecer, es graciosísimo. Miren cómo empieza su biografía: «¿Qué hacen ustedes con la adversidad? Yo me río de ella».
Pensé mucho en Fonseca (aunque no recordaba bien su nombre) cuando leí el correo de Austin Kleon de hoy (en serio, si son creativa y artísticamente inclinados, ¿por qué no se han suscrito?). El título del correo de hoy era «La Comedia de la Supervivencia», al igual que el libro del mismo nombre de 1974 del biólogo convertido en intelectual estadounidense Joseph Meeker. Kleon afirma que es uno de los libros más «intrigantes y útiles que he leído todo el año».
Meeker afirma que la Civilización Occidental se fundó principalmente en el «modo trágico», inspirado por las grandes tragedias «en las que un personaje grandilocuente trata de doblar el mundo en su propia imagen (y siempre es un personaje masculino)». El éxito del personaje «también es su destrucción», y las tragedias terminan en derramamiento de sangre, muerte, y algún funeral. Es decir, el mundo es nuestro para modificarlo como nos dé la gana, y miren cómo estamos, ecológicamente hablando (aunque puedo añadir psicológicamente también).
La propuesta de Meeker, como se supondrán, es el «modo cómico», inspirado por la comedia.
La comedia no es una filosofía de desespero o pesimismo, sino una que permite a la gente responder con salud y visión clara a pesar de las miserias que el mundo tiene para ofrecer. Su modo es la inmediatez de la atención, la adaptación a circunstancias que cambian rápidamente, la felicidad en las cosas pequeñas, evitar el dolor tanto como sea posible, el amor a la vida y la afinidad con todas sus partes, el agudizamiento de la inteligencia, complejidad del pensamiento y acción, y respuestas estratégicas a situaciones nuevas. Permite a la gente aceptarse a sí mismas y al mundo como son, y nos ayuda a sacar lo mejor de los desastres que hay alrededor de nosotros y dentro de nosotros.
Joseph Meeker, The Comedy Of Survival, 1974. Traducción mía.
Kleon vio un paralelismo entre este concepto y uno que él citó en su libro Show Your Work! (aquí en español) del productor Brian Eno, que es la diferencia entre genio y «escenio»: el primero se cree que es un esfuerzo individual, dentro de un ecosistema de competencia e individualismo (o un «egosistema»), mientras que el segundo viene de un colectivo que se apoya, se nutre y se estimula (un verdadero ecosistema). Eno añade que:
Nuestro mundo es un ecosistema en el que nuestra única oportunidad real para sobrevivir como especie es la cooperación, comunidad y cuidado, pero está siendo dirigido por gente que cree en un egosistema, que funciona bajo competencia, poder y los intereses propios.
El venezolano promedio sabe de esto. Cuántas veces se nos ha acusado de nunca tomarnos las cosas en serio, que para todo es una risita, que para todo es un chiste. Y no se puede discutir que muchas veces ha sido así: las llamadas «bailoterapias» en las protestas que llevaron al nefasto abril de 2002, de las que confieso avergonzado participé en una ocasión, siguen siendo una raya en la conciencia de muchos. Igual cuánto se nos criticó el «no vale, yo no creo». Se puede discutir que no se tomó la amenaza del chavismo en serio, y miren dónde estamos.
Pero por otro lado, se puede discutir que nuestro sentido del humor es nuestra mejor arma. Mínimo, es nuestro escape a toda la dura realidad que nos rodea. La risa es como el vapor escapando de una olla de presión, necesario para poder enfrentar el reto de subsistir en una sociedad colapsada. Y también es una de las razones por las que creo que la ternura está de auge en Internet.
La vida es una tragicomedia, sin duda alguna. El «felices para siempre» nunca es la realidad de un matrimonio, pero tampoco quiere decir que no existen los matrimonios felices. También se debe evitar el positivismo tóxico, como aprendimos en Inside Out (no puedo destacar lo importante que me resulta esa película), ya que no todo se puede resolver con una sonrisa, o negar la validez de sentirse mal. Pero lo que dice Meeker resuena conmigo de muchísimas maneras, por el simple hecho de que el «modo comedia» busca fijarse en las pequeñas cosas y encontrar felicidad en ellas, o adaptarse a circunstancias que cambian constantemente, que son cosas en las que he siempre he creído.
Es cierto: este año no ha dado mucho de qué reírse. La pandemia. La situación política de EEUU. La situación general de Venezuela. La pandemia, otra vez. El racismo y la xenofobia a nivel mundial. Las amenazas de Corea del Norte. La explosión en Beirut. Cada terrible ser humano que encontramos en Twitter, sea conocido o no. En mi caso particular, es cada ser humano que cree que por traerle su comida estoy obligado a calarme su poca humanidad. 2020 no puede acabarse lo bastante rápido, siquiera para darnos esa sensación de alivio que significa pasar una página llena de historias terribles.
Y sin embargo, cada cierto tiempo aparece algo que hace que nos recuerda que está bien sonreír de vez en cuando. Hay listas de listas para esto, pero yo destacaré solo a este pana.
Hay tanto en el mundo que debería tomarse más como comedia que como tragedia. Miren nada más lo que es criar otro ser humano. Sí, es estresante, que se los digo, pero vean esto: si aplicamos la crianza como una tragedia, estamos rigurosamente tratando de formar a un ser humano hacia nuestro ideal de una Gran Persona; en modo comedia, están tratando de descubrir, junto con el niño, quién es, en un constante proceso de adaptación e improvisación.
Lo que quiero decir es esto, mi gente: Ningún hombre es una isla. Ninguna familia es un archipiélago. Todos, nos guste o no, estamos conectados. Hay que aislar a los malos elementos, sí, pero esos malos elementos van a seguir pareciendo atractivos si no se presentan alternativas viables. Hay que desarrollar mejor la empatía, la colaboración de nuevos proyectos, el poder reírnos de nosotros mismos. Si aprendemos esto último, piénsenlo: siempre tendremos material para reírnos. Les cierro con una cita de la activista feminista Gloria Steinem, citada por Kleon:
Si tuviera que escoger una razón (por la cual he vivido tanto tiempo), es porque tengo un sentido del humor. Eso es crucial. Te permite reírte de ti mismo y decirte cuándo estás equivocado. Una de las cosas que la cultura de los indios americanos entiende y que nosotros probablemente no es que la risa es la única emoción que no puedes inducir. No puedes obligar a nadie a reírse a menos que ellos lo quieran. Sospecho que la gente que dura más tiempo, los que siguen siendo dignos de confianza, son gente con sentido del humor.
Entrevista con Gloria Steinem en la revista New York
PD: Quiero dejar bien en claro que nada de esto habla de una actitud de lo más «Hakuna matata» ante la vida, ni «Don’t worry, be happy». Es imposible madurar o lograr objetivos sanos si uno no se preocupa –literalmente, pre-ocupa– de las cosas antes de preocuparse. Meeker, Kleon y me atrevo a decir que yo sugieren que quizá no necesitamos basarnos en una sociedad donde la independencia sea el único objetivo; la interdependencia logra más, puesto que implica que juntos se logra más que por separado. Y eso se basa atendiendo más a las reglas de una comedia que de una tragedia.