
No sé si han tenido la oportunidad de ver la película The Banshees Of Inishirin, pero si no lo han hecho, es tarea pendiente. Colin Farrrell y Brendan Gleeson vuelven a trabajar con el director Martin McDonagh (que los hizo brillar en la genial In Bruges, o Perdidos en Brujas), interpretando a dos amigos de toda la vida que están en un impasse porque Colm (Gleeson) de los dos simplemente no quiere ser amigo de Podraic (Farrell) y ya. Por supuesto que esto no es suficiente para Podraic, y el conflicto va escalando de maneras a veces comiquísimas y a veces muy, muy tristes.
Banshees se quedó conmigo no solo por lo buena que es, sino por los temas sorprendemente trascendentales que toca, que da la casualidad he tenido presente desde hace algún tiempo. Los dos principales: ¿En qué queremos pasar los años que nos quedan? Y, ¿por qué es tan encojonadamente difícil hacer amigos cuando se es mayor?
La primera es la más personal de las dos, y quizá es algo en lo que todos hemos reflexionado en los años de pandemia. De ahí las tendencias como el «soft quitting», más dedicación a la salud mental, un aumento en los hobbys y, como me ha constado, una gran renuncia en el sector de restaurantes. Porque básicamente no nos queremos calar más cosas que nos han hecho daño una y otra vez, sea un trabajo, clientes, o parejas. O bueno, «amigos». Ya vuelvo a eso.
La segunda es más compleja pero, curiosamente, es la más sencilla de responder. De adultos somos mucho más conscientes de nosotros mismos que de niños, de manera que tenemos mayor miedo de que otras personas nos juzguen. También nos cuesta más confiar en los demás, tenemos menos tiempo para dedicarle a otras personas, y cualquier detalle particular que tengamos: enfermedad, introversión, desconfianza o…
…en realidad siempre hemos sido malos amigos.
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