“Yo te daré paz. MI paz”

grooveshark

Hoy me di cuenta de dos cosas fundamentales. La primera fue que no puedo escapar de la realidad del país ni que lo intente. Hoy decidí olvidarme de las tres semanas from hell que todos hemos vivido de una manera u otra, y me lancé al Trasnocho Cultural. Entré con una amiga a ver la impresionante 12 Años de Esclavitud, para pagar mi deuda con Oscar y ver su gran consentida. Steve McQueen y su compañía hicieron excelente trabajo, por decir lo menos.

Como a una hora de la película, tal vez menos, una pareja se para y empieza a irse. En la puerta, una señora se voltea y dice a todo pulmón, “¡Así estamos nosotros! ¡Así estamos!”, y se fue.

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Carta a una mujer que quizá no exista

Estimada. O quizá amada. Ciertamente querida:

Lanzo esta carta al mar que es Internet en la botella que es mi blog no tanto en la esperanza que me leas, sino en la espera que yo cumpla lo que aquí escribo. Si en efecto llega a tus ojos, pues doblemente apreciada será mi labor.

2013 está drenando los últimos granos de arena de su reloj, momento en que alrededor del mundo todos esperan entusiasmados poder celebrar la vuelta de la página universal, que todos esperamos que sea renovación, nuevos planes, nueva esperanza. Cuando en realidad casi todos sabemos que a pesar del cambio, todo se mantendrá igual; lo único que podemos hacer es mejorar.

Te quise escribir esta carta porque quiero prometerlo algo a alguien que he conocido toda la vida sin nunca siquiera dirigirle la palabra. Es la mujer con la que finalmente formaré una familia, la que me hará finalmente graduarme de hijo a padre, de esposo a cabeza de familia. Sé que existes, pero aún no sé si estás en mi vida, si ya llegaste a ella, o si ya te manifestaste como tal. No sé si eres alguien con la que ya tuve algo, si prono tendré. No sé si te acabo de conocer o si te conocí hace años. No sé ni siquiera si existas.

Pero esto te prometo. 2014 debe convertirse en el año en que te pueda ofrecer estabilidad. Debe ser el año en que me puedas ver y digas, “Este hombre será un soporte de familia responsable, un buen padre y un esposo diligente y amante, que me hará reír cuando lo necesito y estará ahí cuando me vea llorar”.

Te prometo que 2014 será el año en que dé un paso más cerca que mi perrito volverá a mí, pues será un año en que consiga ese hogar que tanta falta le hace, que pueda acoger a otros seres humanos que ayuden a cuidarlo: hijos y esposa. Que espero seas tú.

2014, te aseguro, será el año en que empezaré a cumplir más sueños, pero sobre todo a asumir nuevas responsabilidades. ¿Podré tomar mi curso de locución? ¿Ascenderé en mi trabajo? ¿Podré colaborar para otros medios? Sólo yo tengo esa respuesta. Te prometo, querida desconocida, que ese será mi Norte para este año que ya anuncia su llegada.

No sé quién seas, querida, no sé si existas o si te conoceré este año. Pero te prometo que cuando llegues, si lo hicieras en los próximos 12 meses, me encontrarás un buen prospecto para tu futuro, para el de nuestros hijos y para nuestras mascotas. Porque te aseguro, 2013 fue un año de enseñanzas y esperanzas, de modo que 2014 debe ser un año de acciones y experiencias.

¿Existes? Si es así, te espero. Sé que valdré la pena.

Feliz 2014 a todos ustedes que aún me leen por aquí, y espero que para este año lo sigan haciendo. Abrazos a todos.

Sé feliz, hijo mío

Ayer (domingo) en la mañana eran las 5:30 de la mañana y me desperté. Porque me había acostado en un estado poco común de agotamiento. Y aún así, una hora después, oigo veinte carros pasar, una camioneta toca corneta, pasa una ambulancia y mi perro ladra buscándome juego.

Hoy me levanté a las 6:30 de la mañana igual. Hace un silencio tan profundo que siento que puede ahogar a un incauto. Pasa casi una hora antes de que escuche un auto.

Y ya no tengo a Baloo.

Tantos clichés que se me ocurren en este momento: “el primer día del resto de tu vida”, “lo mejor es lo que pasa”, y etcétera. Pasa que un cliché no describe lo que siento en este momento. No sé qué pueda hacerlo porque no estoy seguro de qué siento. ¿Rabia? ¿Tristeza? ¿Resignación? ¿Ese tonto velo del escapismo que hacen llamar madurez? ¿Todas las anteriores?

El 2 de noviembre de 2012, me encontré con Andrea, quien tenía un pequeño bojotico de amor para mí. Durante los próximos once meses, pasé rabias, frustraciones, sustos, dolores y tristezas, pero sobre todo y encima de todo, sentí una inmensa alegría, una compañía desinteresada, un amor como el que nunca conoceré. Baloo trajo una clase de alegría a mi vida que sólo un perro puede traer y sólo alguien que haya tenido un perro y realmente preocuparse por él puede entender.

Era uno de los dos mayores sueños que tuve en mi vida; el otro era estar casado y con una familia. Moraleja: Si quieres hacer a Dios reír, cuéntale tus planes. en ninguno de los dos casos se cumplió aquello de “hasta que la muerte los separe”.

Me entristece mucho que las circunstancias de mi vida hayan cambiado tantísimo, pero también estoy consciente que uno no debe prolongar una situación incómoda, so pena que se vuelva insostenible. Lo que más lamento es que Baloo ahora deba –al menos temporalmente—aprender a querer a otra manada, a robar otras medias, a comerse otros controles, o despertar a otros a las 3 de la mañana. Claro, ahora está con su hermanita Allie, y con una dulce señorita y su novio que aman a los perros casi tanto como yo. Eso me consuela muchísimo.

Así que espero que este nuevo silencio de mis mañanas me ayude a escuchar mejor la voz de Dios diciéndome, “todo va a estar bien”.

Gracias, Baloocito. Gracias por haber traído la felicidad en mi vida cuando pensé que me había sido negada. Gracias por dejarme aprender a cuidar a un ser que realmente necesita de mí. Gracias por todo. Espero que Dios me conceda la gran alegría de poder volverte a cuidar, hasta que de verdad pueda cuidarte hasta el fin de tus días.

(Por favor, no hablen mal de nadie de mi pasado. Las lágrimas que botaron por la ausencia de mi perrito deben recordarnos siempre que del buen corazón de los demás.)

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Hasta muy pronto, mi chiquito. Ya verás.

La vida y ya

El otro día me monté en un transporte público camino a no recuerdo dónde, y me encontré con una persona familia de alguien que fue relativamente importante en mi vida –bueno, falso… ERA mi vida. No voy a repetir lo que me contó aquí porque no es la idea, pero sólo digamos que la vida tomó un giro bien inesperado para esa persona. Sin mencionar que vi un lado de una familia que nunca pensé ver, y sólo pude pensar, “¿qué haría yo si aún estuviera en esa situación?” Bah, qué importa.

Unos días antes de eso, un muy buen amigo escribió una cosa curiosamente banal para su radicalismo político en Twitter: “Viendo una película que siempre me hace reflexionar sobre cuánto me parezco a lo que quería ser cuando niño: Mi Encuentro Conmigo”. Para quienes no sigan el mundo del cine, esta es la película de Disney donde Bruce Willis interpreta a un cínico y frío ejecutivo de relaciones públicas que una noche tiene en su casa a su versión de ocho años, interpretado por Spencer Breslin, quien le espeta: “Ya va, ¿tengo más de cuarenta años, no me he casado y no tengo perro? ¡Crezco para convertirme en un perdedor!”

Los dos casos, ocurrido en esa rara jugada anónima de Dios que hemos bautizado coincidencia, me puso a pensar precisamente dónde estoy en la vida ahora respecto a dónde estaba cuando tenía esos ocho años. Digamos que empecé en el B652 antes de aterrizar en la Tierra. Cuando tenía ocho años soñaba con atender los grandes animales de un parque salvaje. Luego esperaba salvar tortugas marinas en Margarita. Luego mi papá me animaba a ver si trabajaba en el hipódromo. Sí, quise ser veterinario, luego de querer ser biólogo marino. Hasta salí en la facultad de veterinaria de Maracay, conseguí dónde me iba a quedar. Pero un año de huelgas me hizo desistir.

Soñando aún con Margarita, supongo, fui al Nuevas Profesiones para dejar de perder tiempo y poner a buscar un acompañante para mi título de bachiller. Me empecé a imaginar acompañando turistas gringos o europeos a la laguna de La Restinga, o paseándolos por el casco central de Caracas. (Esto era en 1991 –se dice fácil, ¿no?) Pedí información, pedí el pensum. Por no perder, pedí el de Publicidad también. Lo leí. Tres años después, completaba la carrera de Publicidad; uno y medio después, entregaba la tesis; seis meses después, me graduaba, con una novia que luego me dejó por otro hombre y otro país, un grano del tamaño de mi cara en la nariz y un “candado” negro y ralo que nunca había peinado. Eso, unido a lentes que harían al Intrépido Volador envidioso y una natural alergia a los flashes, resultó en la peor foto de graduación de la humanidad. Creo que mi madre se apiadó de mí y la quemó. Dios te bendiga.

Luego de una pasantía en la mejor agencia de publicidad del momento, procedí a perder –profesionalmente hablando—cinco años de mi vida trabajando en atención al cliente en DHL. Gracias a Dios por las amistades –una MUY en particular—que hice ahí, pero más nada. Luego procedí a perder siete meses de mi vida en otra empresa. Luego un mes más en otra. Y luego cinco años dando clases de inglés.

No puedo negar que mi estadía en Loscher (justo hasta el día de mi despedida) fue de mucho aprendizaje para mí y así como estuvo llena de desilusiones estuvo repleta de satisfacciones. El primer año me sentí como un frat boy; muchas mujeres, mucho alcohol. (God damn you, Saborío, no sé ni cómo estoy vivo. Thank you, you’re the best!) Y luego, la primera mujer con la que consideré casarme y con la que realmente lo hice. Y más importante aún, cuando me miré al espejo y decidí que así no quería mi vida. Me inscribí en el CNU. Presenté. Me inscribí en la UCAB para comunicación social. Presenté. Salí. Cinco años después, el día del aniversario de mis padres, me entregaron mi diploma como Licenciado en Comunicación Social, mención Periodismo.

Ahora me encuentro en otro cruce de mi vida. Aún no puedo darles detalles, pero será grande. MUY grande. Es, básicamente, apretar Ctrl+Alt+Supr. Es borrar la hoja, poner una nueva. (Y dale con las referencias analógicas.) Es nuevamente, vivir la vida y aprovechar las oportunidades que ella me da. Es eso y más.

Es la prueba que, al final, sólo podemos saber dónde estábamos cuando empezamos. Porque no siempre podemos saber dónde terminaremos.

A la mamá (de ella) con amor

Doña Tremebunda, la mamá de Yayita. La mamá de Vilma. La mamá de Peggy Bundy. Jane Fonda. La cultura popular está llena de ellas: la suegra from hell. Esa mujer cuya única misión en la vida sería hacerle la vida imposible al pretendiente, novio o esposo de la hija. Tanto que se convirtió en un  cliché, un chiste y un lugar común. Que no deja de ser divertido, en algunos casos, la verdad.

Un hombre llega desesperado a la estación de policía. “¡Mi suegra salió con el perro ayer en la tarde y no ha regresado! ¡Ayúdenme por favor!” Un agente lo calma y le pide que se siente. “Deme una descripción señor, le aseguramos que aparecerá”. “De acuerdo”, dice el hombre. “Es un pastor alemán marrón con el lomo negro, responde al nombre de Johnny…”


Un campesino llega a casa de su compadre y ve una larga fila de hombres con cara solemne frente a la casa. “¿Compa’e qué pasó aquí?”, pregunta. “La burra pateó a la suegra y me la mató, compa’e”. “¡Ah caracha! Era querida la vieja, ¿no? Este gentío, que le viene a dar el pésame”. “Nooo, compa’e, estos me vienen a pedir prestada la burra”.

Yo me río, pero en serio me cuesta identificarme con la imagen común de la suegra inmamable. Doy gracias a Dios que cada suegra que me ha tocado –empezando por la que ahora tiene el título oficialmente ante la ley—, con muy pocas excepciones, han sido ejemplares señoras que mucho merecen cualquier atención que se le pueda dispensar.

Sí, yo tuve la suegra absorbente que me lanzó indirectas de matrimonio al mes de novio con su hija, y tuve la suegra de terror que hasta me pegó. Pero también he tenido la suegra que siempre trataba de invitarme a almorzar los fines de semana, la que aplaudía que su hija al fin se consiguiera con un muchacho “de familia”, la que (según me dicen) lloró cuando terminamos y la que me ayudó a prepararle una sorpresa a su hija. Y tengo la actual que ha sido todo eso y más.

Mi suegra es de esas que me regaña si no como, que no tiene ni que pensarlo para prestar ayuda de lo que sea, que constantemente felicita a su hija por haberse conseguido un tipo como yo, que me agradece cómo la trato y siempre está pendiente de mi familia. Se mete conmigo como una amiga más, pero no se mete en la relación (lo que no quiere decir que no está pendiente de ella). Lo único que le critico (o le admiro… o sencillamente no entiendo pero me parece increíble, digo yo) es que esa mujer sólo sabe descansar cuando está moviéndose. ¡Descanse un ratico, suegrita!

Todos los años le rindo un homenaje a las madres en su día en este blog, y no hay mayor madre que la mía, la que le agradezco cada día su amor y su atención para conmigo, en especial dándole las gracias por la vida. Pero esta vez le quiero rendir homenaje a una madre que me hizo un favor casi tan grande: me dio a mi actual esposa y me ha brindado apoyo, atención y cariño desde hace cinco años.

Así que suegrita, ¡feliz Día de las Madres!

Violencia es mala, de donde quiera que venga

Obviamente mi posición es muy particular al respecto de lo que voy a escribir, pues amo a los perros. Dicho eso, debo aclarar que la raza Pitbull es la única que no me convence. Bueno, eso es mentira: no me gusta. No me parece uno de esos perros «tan feos que son lindos», tipo un bulldog, por ejemplo. Son simplemente feos. Y no creo que ha pasado suficiente tiempo para que su agresividad sea controlada. Digo, estos son animales criados originalmente para pelear con toros que pesaban treinta veces lo que ellos — y muchas veces ganaban.


Sin embargo, esta noticia me ha conmovido por todas las víctimas. El 31 de diciembre, un señor que trabajaba de vigilante en un taller llegó a su casa en Santa Lucía (una zona de clase media baja en los Valles del Tuy, a unos minutos de Caracas) para cenar, pero se dio cuenta que había dejado su llave. Dio la vuelta para entrar al patio de su casa, que está separada por la casa de su vecina por unos alambres, para llamar a su esposa que le abriera. El alambre no era suficiente para que las dos perras pitbull de la vecina se quedaran donde estaban.

Como ya estaba oscuro, las perras identificaron al pobre anciano como un intruso, y actuaron acorde. Arremetieron contra el hombre, mordiéndolo en brazos y cabeza. Los vecinos acudieron y trataron de separar a los animales de él, pero sólo cuando les lanzaron aceite caliente fue que dejaron al anciano en paz. Corrieron a llevarlo al hospital de Ocumare, a unos minutos de ahí. No habían médicos, les dijeron. Corrieron al Domingo Luciani en El Llanito (a media hora), pero estos lo mandaron al Pérez Carreño en Petare (a quince minutos de ahí) por la misma razón. En el Pérez Carreño le dijeron lo mismo, y los mandaron de vuelta al Domingo Luciani. Dos horas habían pasado desde el ataque; el pobre anciano murió desangrado.

Ayer fue el corolario: los vecinos fueron a casa de la dueña de los perros y le dijeron: o matamos a los perros o la matamos a usted. Los perros habían sido un regalo de su nieto, para que le hicieran compañía y la defendieran, y las tenía desde cachorras. Pero obviamente apreciaba la vida más. Dejó que dos hombres entraran armados de machetes y mataran a los pitbull. Luego el nieto vino, recogió los cadáveres, los metió en una bolsa de basura, y los arrojó al río Guaire (río que atraviesa Caracas). Parece que le regaló dos Cacri (callejero criollo) a la abuela para reemplazar los dos perros.

¿De quién es la culpa aquí? La telenovela de los hospitales está más allá, si además lo unen a esta historia de la Maternidad Concepción Palacios. Estamos de acuerdo, los pitbull –y casi cualquier perro grande, pero ellos en particular– son un peligro potencial. La señora debía tratar de amarrarlos, o debía haber una mejor separación de los patios. Claro, era una pobre señora que lo único que sabía era que eran sus amigas y compañeras. Claro, ella ya era una «viuda»: su concubino había fallecido cuando ella vivía en La Bandera (zona suroeste de Caracas) de muerte natural. Su vecina enviudó tanto por el ataque de las dos perras como por la negligencia de los hospitales.

Supongan esto: si yo estoy manejando en un carro, sin estar borracho ni nada, pero olvido mis lentes. Es de noche. No veo bien. Choco y mato a alguien. ¿Es culpa del carro? No. Es culpa mía. Si me queman el carro, no van a devolverle la vida a la persona que maté. Yo tengo que ir preso, o ser multado, o algo. 

Quiero dejar algo perfectamente claro. Una vida humana se perdió. De la manera más cruel, insensible y dolorosa del mundo. Pero tampoco se resolvió nada matando a los perros. Lo que se debió hacer era que la policía se los llevara. Regalarlos a alguien que sí los cuidara. Lo que fuera. La doña debió ser multada también. Lo que sea. ¿Qué ganaron con matar a los perros?

Creo que lo que más critico es que tenemos tres tendencias muy básicas que somos incapaces de controlar. Una, creemos que los perros son tan inteligentes que toman decisiones propias, cuando en realidad se guían máspor instinto que por otra cosa. Si me acerco a un perro que estaba plácidamente echado y de la nada me ataca, la culpa es mía más que del perro, pues no supe ver las señales que me pudo haber mandado (un gruñido o algo).

Dos, no hemos aprendido lo que alguien muy querido por gran parte de la población mundial: no debemos tomar un ojo por un ojo. La venganza es algo que está muy presente en nuestros corazones, creemos que debe haber equilibrio entre todo sin importar que haya una interminable espiral de violencia. ¿Y cuándo coño nos detenemos? ¿Cuando todos estemos muertos?

Tercero, y quizá caiga en una contradicción aquí, ¿quién piensa en la dueña de los perros? Era una pobre vieja que pagó cara su ignorancia de cómo cuidar un animal. Una señora así nunca debió tener unos animales tan impredecibles. Menos dejarlos sueltos. Pero las perras eran sus compañeras. Si ustedes descubren que sus hijos mataraon a un vecino sin querer, ¿cómo reaccionan? Cierto, acabo de decir que no debemos ver a los perros como animales tan inteligentes que pueden tomar decisiones propias. Pero cualquiera que haya tenido un perro lo verá como parte de la familia igualmente. Jamás digo que es lo mismo la vida de un perro que la vida de un ser humano, pero piensen que ahora esa señora se quedó sola, odiada en su vecindario y sin sus mascotas, por más que ahora tenga dos perros nuevos. ¿Quién la va a llorar, cuando un día amanezca muerta en su casa?

¿Demasiado drama? Quizá. Tal vez lo lógico es que se diga que nada justifica la muerte de otro ser humano. Pero creo que el caso es un espejo del estado en que está nuetsra sociedad, y francamente es un cuadro que más que entristecerme, me asusta. Espero que jamás nos toque a nosotros. Que descanse en paz, Marcelino Castellanos, el pobre anciano. Que la señora Teófila Castro encuentre la paz en esta tragedia. En especial, que la señora Castellanos pueda supèrar el horror que le sucedió a su esposo.

¡Ucabista juventud!

Una de las pocas cosas buenas que se le puede atribuir a la brutal dictadura de Marcos Pérez Jiménez fue la aprobación de una nueva ley de educación, que eliminó la prohibición de universidades católicas en el país que estaba en vigencia desde el tercer gobierno de Antonio Guzmán Blanco (1886-1888). Eso permitió que el 24 de octubre de 1953 se fundara la Universidad Católica de Venezuela, que se llamaría así hasta el 7 de julio de 1954, cuando se cambió el nombre a Universidad Católica Andrés Bello.

Hoy, cuando se cumplen 50 años de la primera promoción de graduados de la universidad que me enorgullece llamar mi alma mater, me nació sentarme y analizar qué significó En ese entonces, se graduaron 75 profesionales en tres carreras (Farmacia, Ingeniería Industrial y Derecho); este año, entre diplomados y estudiantes de pre- y posgrado, nos graduamos casi 4.000 de 9 escuelas distintas. Y el universo de estudiantes es menos del 1% de la población estudiantil de Venezuela (en este momento en los cuatro núcleos –Caracas, Los Teques, Guayana y Coro– hay 20.000 estudiantes), pero quisiera que consideraran los alumnos más distinguidos (de una u otra forma) que se han graduado allí o están en proceso de hacerlo:

  • El maestro José Antonio Abreu, graduado en Economía, creador del Sistema Nacional de Orquestas
  • Robert Serra, en Derecho, dirigente estudiantil oficialista.
  • Freddy Guevara, en Comunicación Social, dirigente estudiantil de oposición.
  • José Gregorio Vielma Mora, posgrado en Gerencia del Sector Público en Relaciones Laborales, antiguo Superintendente del SENIAT.
  • Pedro Carmona Estanga, en Economía, antiguo presidente de Fedecámaras y presidente de facto durante los acontecimientos del 11 de abril de 2002
  • Yon Goicoechea, en Derecho, dirigente estudiantil de oposición.
  • César Miguel Rondón, en Comunicación Social, locutor y escritor.
  • Edgar Ramírez, en Comunicación Social, actor.
  • Julio Borges, en Derecho, dirigente político del partido Primero Justicia.
  • Luis Benshimol, en Administración, director de la Bolsa de Valores de Caracas

Además, algunos de sus profesores han sido la periodista Marta Colomina, el diputado Carlos Escarrá, el ex vicepresidente Jorge Rodríguez, y el locutor y productor de radio Juan Ernesto Paéz-Pumar (a quien llamo orgulloso padrino de mi promoción y amigo). De modo que nos hemos basado más en calidad que en cantidad (sin desmerecer para nada las otras universidades, ojo. Bueno, quizá una, pero le daré el beneficio de la duda y el anonimato.)

Haberme graduado en Comunicación en la UCAB fue un sueño de toda la vida mía; sólo lamento haberme tardado tanto en realizarlo. Ahora que lo logré, me enorgullece poder defender con conocimiento de causa muchos de los ataques que se le lanza hoy en día, acusándola de elitista, excluyente, desentendida de la realidad nacional y «nido de oposicionismo».

Sí, las mensualidades son exhorbitantes en algunos casos (yo terminé pagando casi tres millones de bolívares semestrales). Pero tienen un activo servicio de becas y ayudas económicas que ha permitido a más de 10.000 personas y actuales profesionales graduarse y ejercer. De hecho, mucha gente que se graduó conmigo no hubiera podido hacerlo sin esa ayuda económica. Dios, quisiera yo haber sido una de ellas, pero agradezco tanto a mi padre sus sacrificios para pagarme la carrera.

También admito que muchos de los que estudian en la universidad son estudiantes de clase media y media alta, pendientes de la rumba y eso, pero hay muchísimos otros que no están allí nada más por volverse millonarios. Están ahí porque les gusta la carrera y quieren hacer una diferencia en nuestra sociedad. Sobre todo lo digo por algunos que estudiaron conmigo, que no están precisamente nadando en dinero. De todos modos la UCAB siempre ha tenido programas de voluntariado para atender las zonas más pobres de la ciudad, una de las cuales, Antínamo, que tenemos como permanente recordatorio en todo el frente de la sede en Caracas. Además, con la Ley de Servicio Comunitario del Estudiante de Educación Superior (que pueden descargar aquí si quieren), habrán más chamos concientes de las necesidades de las clases pobres de Venezuela. Nada malo con eso.

Cincuenta años después, en una Venezuela que tiene enfrentada a la gente cada vez más por cuestiones de política, me pongo a pensar en esos 75 jóvenes que se graduaron en un año en que nació la democracia en Venezuela, llenos de nuevos sueños y esperanzas que sus padres ni habían soñado. Esto es por ustedes, ucabistas como yo, que espero que entre todos sigamos dando nuestro granito de arena para lograr un país que queremos. Que seamos más como el maestro Abreu, que no ha hecho sino poner a nuestro país en alto. Que siempre nos enorgullezcamos de haber salido de la Univerwsidad Católica Andrés Bello.

Mis Pasiones (I) – Long Live The King… Stephen King

Tengo mis blogs demasiado descuidados, pero eso es algo que pretendo mejorar en los próximos días. En este, tenía hace rato pensada una serie de posts sobre las cosas que realmente me llenan cuando estoy dedicado a ellos. Cierto, mi trabajo es una de ellas, pero estas son cosas que no tienen por qué estar involucradas en las obligaciones de la vida.

La primera también responde a algo que me solicitaron por ahí. Twitter tiene dos personas contentas por un par de libros que les recomendé muy bien recomendados. Supongo que mi gusto por Stephen King es contagioso. Pero creo que, cuando de Stephen King se trata, sé muy bien de qué hablo.

Stephen King nació en Portland, Maine, el 21 de septiembre de 1947. Comenzó a escribir en la escuela, y publicó su primera novela, Carrie, en 1973. Desde entonces sus libros han vendido más de 330 millones de copias en el mundo. Esos son millones de Lectores Constantes, como King nos llama a sus fieles lectores, que han sufrido y horrorizado con sus historias. Cuando King fue atropellado el 19 de junio de 1999, yo fui uno de miles que sintió un sudor frío recorrer el espinazo de pensar que no volvería a leer una de sus novelas. Lo que era peor, aún faltaban dos historias en su serie (ver abajo). Pero afortunadamente se recuperó, y sigue escribiendo afiebradamente.

Yo descubrí a King hace unos veinte años, más o menos. Y me enorgullece decir que es el único autor del que he leído prácticamente todos sus libros, y todos me han gustado en mayor o menor medida. Escoger sólo diez para esta lista que les voy a mostrar fue mucho, muy difícil. Pero aquí están: los libros de Stephen King que todo fanático de una buena lectura debe tener.

1.- El Misterio de Salem’s Lot (‘Salem’s Lot). 1975. Ya Carrie había vendido muy bien, y la película venía en camino. Cuando le tocó escribir una segunda novela, se fue a un relativo lugar común: una historia de vampiros. ¡Pero qué historia! En un pueblo de Maine, llega un misterioso personaje muiy interesado en la supuesta casa embrujada del lugar. Unas semanas después, la gente en Salem’s Lot empieza a faltar… No sólo está construida brillantemente, al punto que sudé frío en más de una sección, sino que hay unas muy serias reflexiones sobre la fe cristiana. Excelente sitio para empezar cualquier colección de Stephen King.

2.- Cujo. 1981. Este fue el primer libro de Stephen King que leí, y me lo bajé en dos días. Mis nudillos quedaron blancos después, pues King realmente sabe explotar una situación que podría parecer perfectamente verosímil. Es un excelente principio para empezar a escribir una historia: «¿Qué pasaría si…?» Cujo es un San Bernardo grande y amigable que un día, por perseguir un conejo, es mordido por un murciélago y contrae rabia. Eso es todo lo que necesitan saber: un perro de casi 100 kg. que se vuelve loco. Bienvenidos a la pesadilla de muchos canófobos; si usted cae en este grupo, después de leer este libro necesitará terapia.

3.- Apocalipsis (The Stand). 1978 (reeditada en 1990). King comenzó a coquetear con el género de ciencia ficción –más que con el horror– con esta maravilla épica que muchos aún consideran su mejor novela. La versión de 1990 es la versión completa que no salió originalmente por asuntos de espacio, con algunas escenas adicionales, y es la que he leído hasta ahora. Un terrible virus acaba con el 90% de la población del mundo, lo que obliga a los sobrevivientes a rehacer la sociedad humana. Pero ahora deben enfrentarse a una amenaza aún peor que una enfermedad… Es larga, es compleja, pero yo jamás puedo dejar de releerla cada vez que puedo. Genial.

4.- Las Cuatro Estaciones (Different Seasons). 1982. Este es el libro de Stephen King para gente que no le gusta Stephen King. Son cuatro novelas cortas que King escribió en un estilo totalmente ajeno al horror y más parecido al suspenso o incluso al drama. Las cuatro historias se ganaron eternas alabanzas y tres de ellas se convirtieron en películas universalmente aclamadas: la historia de un preso que se rehusó a soltar su esperanza (Rita Hayworth and the Shawshank Redemption); la extraña relación entre un estudiante brillante y un anciano alemán (Apt Pupil); el viaje de cuatro amigos que quieren buscar el cadáver de un compañero de clases, pero descubren su propia personalidad (The Body); y una joven madre que se arriesga a todo para salvar a su hijo neonato (The Breathing Method). Estas son historias que demuestran que King no sólo asusta –entretiene.

5.- Pesadillas y Alucinaciones (Nightmares & Dreamscapes). 1993. Un golpe breve a veces duele más, digo yo. Y las historias cortas de King a veces son mejores que sus historias largas. Esta fue su penúltima colección de cuentos cortos, hsitorias antes publicadas en revistas y afines. Son tantas y tan buenas que es difícil decir cuál me gusta más, pero bien valen El último caso de Umney, sobre un detective ficticio y al relación con su creador, y Sabes Que Tienen Una Excelente Banda, sobre una pareja que reza porque sea mentira que «el rock nunca morirá».

6.- Los Ojos Del Dragón (The Eyes Of The Dragon). 1987. Este es el cuento de niños que uno nunca quisiera leerle a sus hijos, pero a mí me parece una excelente adición al género de fantasía. En el reino de Delain, un joven rey se prepara a subir al trono, cuando es acusado de matar a su padre. Y el único que lo puede exculpar es el hermano menor que lo envidia hasta casi odiarlo –por lo que se ocultan detrás del trofeo favorito de su difunto padre. Si son más fanáticos de El Señor de los Anillos que Drácula, este es el libro de Stephen King para ustedes.

7.- El Juego de Gerald (Gerald’s Game). 1992. Otra de esas historias que King debe haber empezado con un «¿Qué pasaría si…?» Una pareja que busca emocionar su vida sexual se escapa para su casa en el lago para nos er molestados. Pero hay una discusión, y Jessie Burlingame termina esposada a la cama con su esposo Gerald muerto de un infarto. Y está completamente sola… ¿verdad? Yo logré tener el libro de audio de este libro antes del libro en sí, pero eso no lo hace menos aterrorizante.

8.- El Resplandor (The Shining). 1977. Su tercera novela y, curiosamente, la que es más conocida por la versión cinematográfica que hizo a Jack Nicholson una estrella. (King nunca estuvo a gusto con la película de Stanley Kubrick; supervisó una nueva versión para TV en 1997 para evitar el disgusto.) Un escritor fracasado se muda con su esposa e hijo para un hotel en Colorado donde hay una misteriosa energía que lo está afectando mucho más de lo que podría ser sano.

9.- La Torre Oscura (The Dark Tower) 1988-2004. Este es El Señor de Los Anillos, Las Crónicas de Narnia, de Stephen King. Son siete libros que incluyen fantasía, horror, ciencia ficción, aventura, western y romance, a veces todos en un solo libro. Es la historia de Roland Deschain, el último Pistolero, en su búsqueda por la Torre Oscura, donde puede que salve a su mundo de ser destruído. La historia resultó tan importante para King que varios de los libros que escribió entre El Brujo Y El Cristal (1997) y Los Lobos Del Calla (2003) tienen referencias a la serie. Denle unos años y tendrá tanta influencia como las obras de Tolkien y C. S. Lewis. se acordarán de mí.

10.- Un Saco de Huesos (Bag Of Bones). 1988. Creo que sin duda, este es mi libro favorito de Stephen King, el que nunca quiere dejar de leer, el que me da mayores satisfacciones cada vez que lo leo, el que me da miedo que hagan una película porque no hay manera que cumpla mis expectativas. Una historia de fantasmas, una historia de amor y una historia de autoexploración se unen en el drama de un escritor que, al sufrir de bloqueo creativo, se muda a su antigua casa de verano, cerca de un lago –y descubre que «algo» se ha mudado ahí con él. ¿Pero quiere lastimarlo — o ayudarlo?

Estoy dejando muchísimas novelas que me han encantado por fuera, pero estas son las diez que siempre se han destacado. (Sí, ya sé que las de La Torre Oscura son varias, pero son una sola historia, déjenme en paz.) Y King además escribió bajo el seudónimo de Richard Bachman cinco novelas igualmente brillantes, amén de un libro que es mitad autobiografía y mitad consejos de escritor (Cuando Escribo) que es invaluable para un escritor en ciernes. Ustedes díganme, ¿cuáles debí haber incluido?

El drama innecesario

A pesar de que mis amigos y conocedores ni lo sospechan, yo estoy de mal humor. Llevo una semana de mala humor, de hecho. El hecho de que es absolutamente irracional sólo me pone de peor humor.

Resulta que al fin, el médico me puso a dieta. Lo que María Antonieta y mi familia no lograron con amor, un doctor lo logró con ciencia. Tengo un colesterol de 244 cuando lo mínimo es 200. Una de las pocas cosas que no agradezco que me haya dejado la carga genética de mis padres. Qué lala.

Cada día descubro nuevas cosas que antes eran como respirar y ahora son un gran no-no. Están las obvias, como cualquier hamburguesa, pepito, perro caliente o afín de calle; los postres de panadería y otros como Cinnarolls y churros; mis queridas pizzas; un pan de canilla; algo con mayonesa; las pastas tienen que ser con salsa a base de tomate y sin o con un mínimo de queso; quesos amarillos o añejos; mantequilla; leche completa, lo cual no es tan grave porque igual no se consigue; nada que tenga azúcar….

Y luego está lo insípidamente repetitivo que se vuelven mis almuerzos. tengo una semana alternando entre pollo y pescado, pescado y pollo. Tengo tres días seguidos comiendo exactamente lo mismo: una presa de pollo y una ensalada de lechuga y tomate con un plátano horneado. Y mañana va a ser la misma vaina.

Muchos quizá no entiendan el por qué de mi mal humor. Los que me concoen quizá sí. Hay pocas cosas que me desesperen más que me limiten. Que no me dejen ejercer mi voluntad, aún cuando yo no soy anárquico. Si me dices que es por mi bien, de acuerdo, ¿pero por qué rayos me obligas a hacerlo? Es como cuando eres niño: «No puedes hacer eso; es por tu bien.» «¿Por qué, mamá?» «Porque sí, porque soy tu madre y sé lo que te conviene.» Ahora a los 36 años, sustituyan «madre» por «vida» o «tiempo». Es lo mismo.

Este ataque de ligera mala crianza –lo admito– era necesario. Pero no se crean que no he reflexionado sobre el aspecto más profundo del asunto. Prosigo.

Estuve pensando en una de las frases de la película Antes de Partir (The Bucket List) con Morgan Freeman y Jack Nicholson. Esta la dice el personaje de Jack Nicholson: «En algún aldo, hay un bastardo con suerte teniendo un infarto.» A su vez, me recordé un programa de radio, Nuestro Insólito Universo, que terminó con una pregunta: «¿Es preferible cuidar la salud toda la vida para languidecer hasta el final de la vida, o terminarla fulminantemente con un infarto pero confiado en que ha hecho todo lo que se quiso?»

Desde que el hombre descubrió el tratamiento médico, hemos vivido paulatinamente más y más tiempo. Como siempre, estamos obsesionados con la idea de prolongar la vida cada vez más. Hasta ahora, el récord son 120 años. Ciento veinte años. Más del triple del tiempo que yo tengo pateando esta tierra. El gran Arturo Uslar Pietri vivió 95 años. Mi abuela –la última que murió y a quien le dediqué un post— vivió, si no me equivoco, 93. Y en ambos casos, al final de sus días, no podían hacer mucho sin ayuda.

Cuando le hice esta reflexión a mi novia, su mirada de horror fue discreta pero obvia. Ya veía el sermón venir. Aunque fue agradable ver una demostración de cariño espontánea, jejeje.

Hemos decidido prolongar nuestra vida por dos razones. La primera es porque, en general, le tenemos pánico a la muerte. Simplemente es parte de nuestro temor a lo desconocido, seguramente, porque no entiendo cómo, si se nos ha pintado la imagen que una vez que morimos estamos en un sitio mejor, estamos cada vez más obsesionados con la idea de extender nuestro tiempo en la tierra.

La segunda razón puede que lo explique. Más que ningún otro animal social, los seres humanos nos alimentamos de la gente que está a nuestro alrededor. Nuestra familia, nuestros amigos, aún la gente que comparte con nosotros un cierto gusto. Supongo que en parte ese puede ser el mejor motivo para extender nuestro tiempo en la tierra, más allá de todo rollo que tengamos, más allá de todo estrés que nos cause la gente, ni queremos perdernos la oportunidad de estar con nuestros seres queridos todo el tiempo que querramos, ni mucho menos queremos hacerlos pasar por el sufrimiento de perdernos. Preferimos hacer cualquier sacrificio, con tal de lograr estar en esta tierra con ellos un poco más.

De modo que sí, me amargo por no poder darme mis gustos gastronómicos de la forma que quiero. Pero esto es sólo por dos meses; después simplemente me tengo que cuidar, y darme mis gustos sólo de vez en cuando. Y después, pienso en dos cosas: pienso en que Cereza, que a pesar de tener cáncer de seno (algo por lo que vale la pena angustiarse) nunca perdió su particular sentido del humor; y pienso en mi familia, amigos y novia, y lo triste que estuviera si ellos se deprimieran por mí. Así que me calo mi mal humor y ya.

Pero traten de no hablar de comida cuando yo estoy cerca.