Mi amada mortalidad

La muerte del actor Heath Ledger la semana pasada me pegó como si fuera un amigo personal mío. Más allá de lo que se puede leer entre líneas, por aquello de la identificación con un actor talentoso por sus papeles, por su personalidad en algunas entrevistas, etc., la muerte llegó en un momento en que me toca enfrentar el hecho de que, aunque tengo la mentalidad de un camo de veinitantos, no estoy precisamente echando para atrás el reloj. Suena como drástico, sobre todo considerando el hecho de que el actor murió con algo relacionado a drogas –legales o no– pero la coincidencia está allí.

El mismo día que Ledger era pronunciado muerto, me pesé y medí en una de esas super pesas que hay en ciertas farmacias. Estoy pesando unos 95 kilos, con 1,82 m. de altura, lo que de acuerdo al común conocimiento médico quiere decir que etsoy unos doce o quince kilos por encima de lo que debería ser mi peso normal. Lod ivertido es también esto: no fue una prueba hecha por un doctor, pero descubrí que mi presión sanguínea está en 14/8 — y lo normal debería ser 12/6, o algo así. Cualquier otro no le pararía, pero cuando tienes 36 años y un historial de hipertensión en tu familia (padre, madre, abuelos maternos, abuelos paternos, tíos, etc.), es momento de oír las alarmas que suenan en tu cabeza y enterarse que esto no es un ensayo.

Eso sí, gracias a Dios no he tenido lo que se podrían llamar problemas de salud anteriores; tampoco puedo ser llamado obeso, sólo tengo sobrepeso. Claro, no puedo decir eso con autoridad porque nunca he visitado a un médico distinto a un odontólogo en toda mi vida. Mi primera visita a un cardiólogo será este viernes. No les puedo decir la emoción que me produce. Más que nada porque me da pena decirles qué emoción me produce.

Obviamente, una persona más paranoica estaría un tanto deprimido a este punto. Creo que es el equivalente de un empedernido mujeriego cuando se enfrenta al hecho de que pronto se va a casar, y que para colmos lo va a hacer voluntariamente. «¡Voy a perder mi libertad! ¡Mi vida ha terminado! ¿Por qué no me castran de una vez y se acabó?»

No he llegado al punto de la depresión, pero sí entiendo que esto significa que muchas cosas que me encantan estarán eventualmente en la lista de prohibidos. Peperoni, comida china, hamburguesas de puestos, todo eso dirá chau-chau. Ciertos dulces y postres, gracias por venir. Y a eso hayq ue añadirle el diario consumo de las pastillas para controlar la hipertensión.

Claro, mucha gente a este punto me dirá que considere la alternativa. Y les digo, por supuesto que lo he hecho. Honestamente, cuando considero escoger entre comerme yo solo una enorme pizza con extra de queso y peperoni y estar enchufado a una máquina porque el corazón decidió salirse de mi pecho y golpearme con un tubo, digamos que no tengo que pensarlo mucho. Digo, yo quiero llegar al menos a los setenta años como se ve Sean Connery, o al menos entero.

Pero claro, es mejor que lo empeice a hacer ahora, que aún me veo y actúo como un tipo joven. Y además, estemos claros, estoy aún joven para estar pensando en mi muerte. Si los mismos Morgan Freeman y Jack Nicholson no lo hacen –tipos que ya sobrepasaron los setenta y, en el caso de Nocholson, han bebido, fumado y (ejem) «amado» hasta el cansancio– ¿por qué he de hacerlo yo? Estoy en un punto de mi vida en que, aunque estoy bastante contento con muchas cosas, estoy aún lejos de estar satisfecho con lo que tengo. Hay aún mucho trabajo por hacer: independencia económica verdadera, vivir solo, casarme, hijos. Pero como dije antes, esto prende alarmas en mi cabeza que ya no puedo igmorar más. Ha llegado el momento de dos cosas: cuidarse… y ponerse a trabajar.

¡Que NO te dije!

El tiempo de Dios es perfecto, dicen. Y qué perfecto que éste sea mi post No. 100.

Estaba enfermo, estaba cansado, tenía frío, y al día siguiente tenía que trabajar. Pero igualito, con mi papá y mi hermano esperamos, muy a la expectativa, los resultados oficiales. Cuando al fin, a la 1:46 de la mañana, Tibisay Lucena dio los resultados oficiales. Y por primera vez en nueve años, las lágrimas que corrieron era de alivio.

Sí; por muy poco margen, Chávez había sufrido su primera derrota electoral en todos los casi nueve años de gobierno que llevaba.

Pero esta victoria no es de andar de parranda el resto del año; para eso está Navidad. (Que va a ser la primera que la oposición disfrutará con calma, by the way.) No fue una victoria arrasante; más bien demostró que el país está bien dividido, y que no hay suficiente entusiasmo por votar. Entonces para ponerlo sencillamente, es por ahí que hay que empezar a trabajar. Y trabajar con AHÍNCO. Chávez aún tiene seguidores casi fanáticos, que lo seguirán no importa lo que pase; pero muchos simplemente lo siguen porque les ofrece –y a veces hasta da– lo que les promete.

¿Entonces qué le queda a la oposición? Empezar a trabajar desde ya. El papel del movimiento estudiantil fue crucial, pero obviamente las cosas no pueden depender de ellos únicamente. La oposición tiene que trabajar más con los barrios, más con los sectores deprimidos, más a trabajar en un proyecto de país en vez de simplemente contrariar a Chávez.

Uno hará lo que pueda por contribuir. Por ahora, me limito a decir: ¡felicitaciones Venezuela!

¿Qué tanto cuidas el ambiente? No, en serio


Todos lo hemos oído, leído, visto, quizá hasta sentido. ¿Pero en qué momento hicimos algo al respecto?

Más allá de cuánto nos asustó Al Gore con su Verdad Incómoda, más allá de cuánto vemos los documentales en Discovery, NatGeo y Animal Planet, es evidente que hay algo malo en el país.

Pero esto a tantos ciudadanos venezolanos les resbala de una manera… Es por eso que yo me pregunto:

¿Por qué es que cuando hay un puente las playas de La Guaira están hechas un seneque? ¿Te vas a incendiar los pies si caminas tres metros hasta el pipote? ¿O es que la bolsa de hielo no sirve para la basura?

¿Por qué las camionetas por puesto echan humo como si fuera una locomotora del año del ñao? ¿Todos los miles de pasajeros no pagan suficiente pasaje como mandar a arreglar el bendito motor?

¿Por qué al caminar por cualquier acera en algunas de las partes más transitadas de la ciudad (Chacao, Av. Baralt, Chacaíto, Los Ruices) hay tanto papel en el piso? ¿Es que no es claro que esos botes que dicen «BASURA» son para… ejem… BASURA?

¿Por qué tanta gente juega a «meter la lata/botella» en la alcantarilla desde el carro? ¿Qué le va a pasar al carro si te esperas a llegar a donde vayas a llegar para botarla?

¿Por qué cuesta tanto botar la basura que queda en la bandeja de una feria? Está bien, están los chamos de mantenimiento, ¿pero tú eres mocho acaso?

¿Por qué es tan difícil apagar un televisor, equipo de sonido, la misma LUZ en lo que sales de un cuarto?

¿Por qué aún hay conserjes que en vez de barrer la acera, le echan un manguerazo? ¿Aún cuando hay días de escasez de agua?

¿Por qué en El Pinar, Parque del Este y Caricuao, aunque en todos lados hay así BIEN grandote un cartel que dice «NO ALIMENTE A LOS ANIMALES», la gente… adivinaron… alimenta a los animales?

¿Por qué todavía veo en el Ávila la ocasional botella o bolsa de chucherías mal puesta?

¿Por qué no hay cultura de reciclaje en Venezuela?

Es cierto, los polos se están derritiendo y los osos polares se pueden morir; es cierto, hay cada vez menos selva y por consiguiente menos oxígeno; es cierto, hay cada vez menos suelos fértiles.

Pero todas estas cosas por las que pregunto son más cercanas a nosotros, son pequeñas cositas que todos los caraqueños –y venezolanos– pueden evitar. Evotarlas sería nuestra pequeña contribución a ayudar proteger el ambiente, cuidárselo a nuestros hijos y nietos. A lo que va mi última pregunta:

¿Por qué no terminamos de asumir que la única forma de vivir en un mejor mundo es si nosotros lo hacemos mejor, no si esperamos que los demás lo hagan?

Prestado

Yo rara vez abro las presentaciones de PowerPoint que son tan populares de enviar por ahí. Pero muy de vez en cuando, abro uno que siento que valió la pena. Este fue uno de esos casos. Me pareció tan bueno, que copié su texto y lo pasé para acá. Inmediatamente también lo envié a varios de mis contactos. Pero tiene un mensaje que considero que debe hacerse público. Mucho les agradeceré que lean, comenten, reflexionan, y si se ofenden, les ruego que me disculpen. Pero «el que se pica es porque es y come».

“SE NECESITA MATERIA PRIMA PARA CONSTRUIR UN PAIS”

La creencia general es que Lusinchi no servía, como así tampoco Pérez y Caldera. Hoy se dice que Chávez no sirve, pero, quienquiera que venga después de Chávez, tampoco servirá para nada.

Por eso estoy empezando a sospechar que el problema no está en lo ladrón y corrupto que haya sido Carlos Andrés Pérez, o en lo autocrático que es Chávez.

El problema está en nosotros, nosotros como PUEBLO, nosotros como materia prima de un País. Porque pertenecemos a un país donde la “VIVEZA CRIOLLA» es moneda valorada tanto o más que el dólar.

Un país donde hacerse rico de la noche a la mañana es una virtud más apreciada que formar una familia a largo plazo, basada en valores morales y respeto por los demás.

Pertenecemos a un país donde, lamentablemente, los periódicos jamás podrán venderse como se venden en otros países, es decir, poniendo unas cajitas en las aceras donde uno paga por un solo periódico Y SACA UN SOLO PERIÓDICO DEJANDO LOS DEMÁS DONDE ESTÁN.

Pertenecemos un país donde los lugares de trabajo son, entre otras cosas, las papelerías particulares de sus empleados deshonestos que llevan a su casa, como propias, hojas de papel, lapiceras, bolígrafos, lápices, marcadores y todo lo que pueda hacer falta para la tarea de sus hijos.

Pertenecemos a un país donde la gente se siente triunfante si consigue colgarse del cable del vecino y donde la gente “inventa’’ a la hora de llenar sus declaraciones, para pagar menos impuestos, o directamente para no pagarlos.

Pertenecemos a un país donde la impuntualidad es un hábito, donde los directivos de las empresas no generan capital humano, donde las personas tiran basura en las calles y luego reclaman al gobierno porque las calles están sucias o se tapan las alcantarillas, donde no existe la cultura por la lectura y donde no hay conciencia ni memoria política, histórica o económica.

Donde nuestros diputados trabajan dos días al año (y cobran todos los demás como altos ejecutivos) para aprobar una reforma fiscal al vapor, que lo único que hace es hundir al que no tiene, joder al que tiene poco y beneficiar sólo a unos pocos.

Pertenecemos a un país donde las licencias de conducir y los certificados médicos se pueden «comprar», sin hacer ningún examen.

Un país donde puede subir una persona de edad avanzada, una mujer con un niño en brazos, o algún minusválido y la persona que viene sentada en el asiento especial para estas personas se hace la dormida para no dárselo y si alguien le reclama se levantará pero para dar un golpe o decir una mala palabra.

Un país en el cual la prioridad de paso es para los chóferes y no para el peatón. Un país donde su gente está llena de faltas, a las que ignora, pero que disfruta criticando a sus gobernantes.

Mientras más le diga rata a Pérez, mejor soy yo como persona, pese a que apenas ayer me consiguieron todas las preguntas del examen de matemáticas de mañana.

Mientras más le diga autócrata a Chávez, mejor soy yo como Venezolano, a pesar de que apenas esta mañana estafé a mi cliente a través de un fraude, lo que me ayudó a pagar algunas deudas.

No, No, No. ¡¡¡YA BASTA!!!

Como “Materia Prima” para un país serio, tenemos muchas cosas buenas, pero nos falta muchísimo para ser los hombres y mujeres que nuestro País realmente necesita.

Esos defectos, esa alardeada “VIVEZA CRIOLLA» congénita, esa deshonestidad en pequeña escala que después crece y evoluciona hasta convertirse en casos de escándalo, esa falta de calidad humana, más que Lusinchi, Pérez, Caldera o Chávez, es lo que nos tiene real y francamente mal, porque éstos no han sido ni más ni menos que nuestros presidentes, óigase y entiéndase bien, NUESTROS PRESIDENTES, nacidos aquí y no en otra parte.

Lo siento. Porque, aunque Chávez renunciara hoy mismo, el próximo presidente que lo suceda tendrá que seguir trabajando con la misma materia prima defectuosa que, como pueblo, somos nosotros mismos. Y no podrá hacer nada.

No tengo ninguna garantía de que alguien lo pueda hacer mejor, pero mientras nadie señale un camino destinado a erradicar primero los vicios que tenemos como pueblo, nadie servirá.

No sirvió Lusinchi, ni Pérez, ni Caldera, no sirve Chávez, ni servirá el que venga. ¿O qué?…

¿Es que necesitamos traer a un dictador, para que nos haga cumplir la ley por la fuerza y a los palos?

Aquí hace falta otra cosa, algo más que “cacerolazos” o “marchas”. Y mientras esa «otra cosa» no empiece a surgir desde abajo hacia arriba, o desde arriba hacia abajo, o del centro para los lados, o como quieran, seguiremos igualmente condenados, igualmente estancados… igualmente sumergidos!!!

Es muy bueno ser venezolano. Pero cuando esa Venezolaneidad autóctona empieza a hacerle daño a nuestras posibilidades de desarrollo como Nación, ahí la cosa cambia…

No esperemos a prenderle una velita a todos los Santos, a ver si nos manda un Mesías. Si nosotros tenemos que cambiar, un presidente diferente, con los mismos Venezolanos, no se podrá hacer nada.

Está muy claro… Somos nosotros los que tenemos que cambiar.

Ahora, después de este mensaje, francamente he decidido buscar al responsable, no para castigarlo, sino para exigirle (sí, exigirle) que mejore su comportamiento y que no se haga el que no oye, el que no entiende.

Sí, he decidido buscar al responsable

ESTOY SEGURO QUE LO ENCONTRARÉ…
APENAS ME MIRE EN EL ESPEJO.

Ahí estará, NO NECESITO BUSCARLO EN OTRO LADO.

Y TÚ, ¿que piensas?……

¡¡¡¡¡REFLEXIONA CARAJO!!!!!

Por mi parte, si logro que UNA persona que haya leído este post medio cambie su actitud, ya seré feliz.

¿Qué hay en un nombre?

Esta mañana en el periódico leí una noticia que me sacó una sonrisita cómplice: «Proyecto de ley de registro civil prohíbe nombres combinados o extravagantes». En caso de que no la leyeron y no están suscritos al Nacional Digital, me resigno a que lean la cosa aquí.

En mi juventud, yo tenía un a extraña fama en mi casa de atraer los nombres más extravagantes de mujeres que ustedes puedan imaginar. No recuerdo sino uno: Fiorella. ¿No está tan mal verdad? Es sonoro, pero hasta ahí. Bueno, es que no han oído los que sí recuerdo.

Es una clásica conversación de fiesta, merienda o cervezas. Los padres tienen un increíble deseo porque sus hijos tengan un nombre que parezca original, sonoro o de algún homenaje a alguna creencia. Son pocos los que piensan (o pensaban, espero) en lo mucho que ese niño o niña va a tener esta conversación:

— Hola linda. ¿Cómo te llamas?
–Hiroshima.
(Pausa)–¿Perdón?
–Hiroshima. Hiroshima Caridad Atencio. ¿Y tú?
(Pausa). — Raúl. ¿Disculpa, me dices la hora? Es que tengo que ir a otro lado…

O peor…

–Clase, quiero que reciban a su nuevo compañerito, trátenlo bien. Este es… ay Dios, qué es esto… Yeferson Pancracio Abdalá Ramírez Fonseca… (pausa) Caramba, qué nombre tan… sonoro, Yeferson… ¿Quién te lo puso? ¡Les agradezco que no se rían! ¡Él no tiene la culpa!

Quince años después, la madre de Yeferson perdió sus medicinas.

Y no se crean que el santoral ayuda mucho. ¿O por qué creen que hay tantos Modesto, Adelaida, Amós, Marcelino (saludos, profesor), Justino, Justiniano, Justo, Arcangelina (hola, compañerita) y demás?

Es cierto, todo el mundo tiene derecho a bautizar a su muchacho como quiera. Es parte de la libertad de expresión. Pero hay un límite gente. Es ahí donde entra este nuevo anteproyecto de ley. El artículo 106 cita:

«Con el fin de preservar el equilibrio y desarrollo integral del niño, niña o adolescente, los registradores civiles no permitirán que los declarantes del nacimiento –sean éstos sus padres, representantes o responsables– les coloquen nombres que los expongan al ridículo, sean extravagantes o de difícil pronunciación en el idioma oficial, contengan variantes familiares y coloquiales que denoten una identificación confusa o que generen dudas sobre la determinación del sexo».

El oficial de turno puede dar una lista de nombres más comunes para el niño o niña, que sería revisada cada año y aumentada proporcionalmente a la población. Quedarían excluídos los descendientes de indígenas y los ciudadanos extranjeros (lean bien, señores de Noticiero Digital, antes que critiquen de gratis.) También deja la posibilidad de que uno se pueda cambiar el nombre si así quiere.

Suena mucho a manipulación, ganas de controlar más al pueblo «mesmo», pero díganme ustedes, sobre todo si hay alguien allá afuera que se llame Endry, Onasis o Ernestina: ¿no quieren una oportunidad que otro no pase por lo que pasaron ustedes? Sus hijos están a salvo, a menos que sean lo bastante enfermos para buscar alguna especie de venganza en la vida. O si quieren que el carajito «aprenda a defenderse desde chiquito». Quién sabe, esto creo que es digno de debate. Mientras tanto, les dejo historias de la vida real sobre estos temas:

  • Esto lo escuché en un programa de radio. El locutor, el «pelón» Douglas de Live 91.9, cuenta que tiene una tía que nació el 23 de enero de 1958 (día en que cayó la dictadura de Pérez Jiménez). El padre, orgulloso adeco, decidió que la niña se llamaría María Democracia. (¿Se sorprenderían si les digo que era maracucho, ellos con su coterráneos de nombre Plutarco, Androcles, Abdénago y demás?) Al cuestionarle la decisión, el hombre dijo: «Mirá, ¿vos sabéis cómo es la verga? La carajita es mía, y yo le pongo como yo me salga del forro. María Democracia se queda.» La señora insiste que le digan «la Negra». (Si no me creen lo de los maracuchos, ¿cómo creen que se llama el «Neguito» Borges, del grupo gaitero Gran Coquivacoa?)
  • Una vez en una cola para comprar pizza conocí a una chica llamada Javiera. Mentira que el papá no quería un varón.
  • Una chama con la que una vez salí tenía una amiga llamada Preciosa. Menos mal que sí, era preciosa.
  • Un tío de un antiguo compañero de clases se llama Soilo. Su apellido era Bello. Confío en que era macho de pelo en pecho o lo bastante grande para intimidar alos demás.
  • Un ex jefe de mi papá se casó con una señora llamada Gladys Cuevas. El nombre del señor: Rufino Conejo. Sí, señores: la doña es ahora Sra. Gladys Cuevas de Conejo. ¿Quién necesita una «Zoila Meza de Planchart»?
  • Conocí a dos hermanas que se llamaban Francia y Bélgica. Y la mamá se llamaba América. Nunca conocí al papá; supongo que se llamaba Irán o Tokio.
  • ¿Saben Luky Grande, el actor? De verdad es de apellido Grande. Su hermano, Luis, es pana mío, y me cuenta que una vez su padre (el señor Luis Grande) tenía negocios con un señor apellido Ciccito (se pronuncia «chiquito»). Cuando llama y pregunta por el señor, la secretaria obviamente pregunta de parte. «Del señor Grande, por favor.» «Señor, le agradezco, esto es una oficina seria.» Luego de muchos intentos, se logra una reunión. Y la secretaria ve la tarjeta de presentación de este señor –que sí que es grande, les digo: mide al menos 1,92 y pesa cerca de 120 kilos– y dice apenada: «Ay, ¿era en serio?» Y el corolario fue cuando sale el señor Ciccito: le llegaba al señor Grande más o menos al pecho.
  • Mi hermano y yo conocimos a un grupo de muchachas en Puerto la Cruz que se llevan el premio. Habían dos hermanas; la mayor se llamaba Raquel. Suena normal, ¿no? Ah pero esperen. La hermana se llamaba Dioritza. La prima de ambas se llamaba Dioraima. La mejor amiga de ambas era Ikerny. Y una amiga de ésta se llamaba Yosiluz.
  • Esto fue un tema del programa de radio Nuestro Insólito Universo. Hace unos años la oficina de registro civil de Panamá hizo una ley parecida a la propuesta y publicó una lista de nombres que no aceptaría. Ejemplos: Andamio, Anorexia, Albúmina, Bulimia y Culicia.
  • Leí una vez en un artículo añejísimo del Diario de Caracas sobre un hombre en Colombia que quería llamar a su hija Clítoris.

Y claro, están todos los Winkelmann, los Stalin, los Nikeair, Superman, Yasury, Yubirizaida, Yatzury Yamileth, Usnavy, Maikel Yoldan José (sí, con «L») y un largo etcétera. No olvidemos a Hiroshima y a Venezuela (aunque yo creo que los podría perdonar). Creo que todos estamos de acuerdo que, una vez que se pase esta ley, una enorme parte de nuestra cultura del chalequeo se irá a pique.

Mi pana Jorge tiene unos cuentos con nombres únicos de su tiempo que estuvo en CANTV. Espero que comparta aunque sea uno por acá. De hecho, ¡espero que ustedes también!

UPDATE:

El tema de la bendita ley ha creado más polémica de la esperada. Claro, la gente lo ve como otra pérdida de libertades. Pero para lo que yo he oído:

  • Una amiga (¿o fuiste tú Jorge?) me cuenta que las dos morochas de un tío se van a llamar Indedei e Indenai…
  • Supe de un señor cuyo segundo nombre era Primavera.
  • Ni hablar de los nombres que los famosos le quieren poner a sus hijos. Si se perdieron el programa en VH1, les cuento:
  • El hijo de Slash (Guns ‘n’ Roses) se llama London
  • La hija de Gwyneth Paltrow y Chris Martin se llama Apple
  • Los hijos del director Robert Rodríguez y su ex-esposa Elizabeth Avellán (venezolana) son Rocket Valentin, Racer Maximilliano, Rebel Antonio, Rogue y Rhiannon.
  • Nicholas Cage le puso a su primer hijo Kal-El. Sí, en serio.
  • Y el premio se lo lleva Jason Lee (My Name is Earl). Su hijo se llama Pilot Inspektor. Lo juro. Si no que se muera Chávez ahorita mismo. (…) ¿Ven? El carajito se llama Pilot Inspektor Lee. i¿No creen ustedes que a este tipo hay que encerrarlo?!

En mi opinión, democracia es…

Todo lo que se ha vivido en estas últimas semanas es algo que no se veía en Venezuela desde 1928, cuando las marchas masivas en contra de la dictadura de Juan Vicente Gómez. Lo divertido es que en esta ocasión el Gobierno no sabe cómo rayos lidiar con ellos. La participación de los estudiantes de la UCV, Metropolitana y la UCAB en la Asamblea Nacional el día de hoy fue excelente ejemplo. Los estudiantes habían pedido un derecho de palabra. Los asambleístas le propusieron «debatir» con los estudiantes que apoyaban «el proceso». Sospechoso.

Cuando los estudiantes llegaron, se encontraron dos cositas: toda la Guardia Nacional cuidando el Hemiciclo de la Asamblea como si nos fueran a invadir. Y segundo, se les hizo claro que sólo podría ir una pequeña comisión. Pero los del oficialismo se trajeron hasta una barra. Olía a show mediático, una forma de ponerlos en ridículo. Ciertamete en desventaja. Pero en mi humilde opinión, los estudiantes de oposición jugaron con sus reglas, en vez de caer en el juego del gobierno.

Todos llegaron vestidos de rojo. Douglas Barrios, estudiante de la Universidad Metropolitana, leyó su discurso, y dijo, palabras más o menos, que estemos en una sociedad donde no se tenga un uniforme. Acto seguido, todos se quitaron su franela roja. Habló entonces Andreína Tarazón, una estudiante de la UCV, hablando a favor del gobierno. Mucho antivalor, mercantilismo, capitalismo, manipulación, y otras palabras clásicas del discurso pro-chavista, como «imperialismo norteamericano», «luchas de Bolívar», etc. Y luego se paró Yon Goicoechea, quien ha sido uno de las estrellas en este movimiento. E incluso ha empezado a recibir los dardos por ello, por una situación que involucra su padre. Pues Yon se paró, dijo que ya habían expresado lo que querían, y ahora se retiraban. El debate se hará, pero en las universidades y en la calle. «No vinimos a hacer política, eso les toca a ustedes», dijo, señalando a los parlamentarios. Y así como así, los muchachos se pararon y se fueron.

Cilia Flores, la presidente de la Asamblea, se indignó, y obviamente empezó a hablar de manipulación, que no tienen nada que decir, etc. Pero como si nada. Sus palabras no llegaron. Y en efecto hablaron los otros estudiantes. En cadena nacional. Todos loas al proceso revolucionario. En efecto, un show mediático. Y los muchachos no cayeron en eso.

Pero todo esto me impulsa a considerar todas las posiciones que he visto y he oído. Como las que vi el día de la marcha del 3 de junio, donde así como vi a algunos de los personajes más pobres (de recursos económicos, no de espíritu) ondear banderas chavistas, vi lo más aparentemente encopetado de la sociedad gritar el equivalente a «largo de aquí». Para mí, eso es democracia, que todos tengamos el derecho a expresarnos y por sobre todo el derecho y también deber de defender nuestras creencias. Pero las posiciones radicales siempre son dañinas. Todos vivimos en un mismo país, señores. Si Chávez se fuera mañana, sus seguidores aún quedarían aquí. ¿Qué hacer? ¿Exterminarlos? ¿O creen que en lo que se vaya el hombre sus seguidores van a cambiar? Ni «patria socialismo o muerte» ni «muera Chávez». Acá necesitamos sentarnos, hablar y solucionar. No en condiciones de desventaja para ningún lado, que era a lo que los muchachos se enfrentaban en la Asamblea. Igualdad para todos.

Aclaropara los que no me conocen: yo sí quiero que haya un cambio de gobierno. De hecho, casi que lo necesito. Pero no quiero ni que se vuelva a la antigua política, ni que se caiga en una política que excluya a nadie. Los estudiantes –que yo siempre me he enorgullecido decir que aún lo soy– están haciendo lo que tienen que hacer. Sigamos así.

SEGUID EL EJEMPLO QUE PERÚ DIO

Alan García ha pasado a ser mi nuevo héroe. En serio. El ejemplo que el hombre está dando es único en nuestro continente. El jueves de la semana pasada, el presidente de Perú hizo algo que todos los países del hemisferio deberían seguir: inició una campaña por la puntualidad.

¿Pueden imaginarse un movimiento más valiente en este, el continente de «dame cinco minutos»?

A las 12 en punto del mediodia del 1º de marzo pasado, García hizo sonar una campana. Igual hicieron las campanas de las catedrales. También sonaron las sirenas de los carros de la policía y los bomberos. Todo el mundo a sincronizar la hora. Y lo que dijo García juro que estaba que me hacía llorar: »Ser puntual es respetar al prójimo… Terminar con la impuntualidad significa también engrandecer a la patria. Cuando perdemos tiempo hacemos perder tiempo al Perú.» Dios, es tan hermoso… dénme un segundo…

(snif)

Ok, ya volví.

Por lo visto, por esos lados la impuntualidad es una cosa seria. El ex-presidente Alejandro Toledo llegaba hasta dos horas tarde a cualquier evento. ¿Se imaginan esa pena? ¿Tener dos horas a personalidades importantes esperando como idiotas? Y te aseguro que el hombre llegaba diciendo. «Caramba señores, cuánto lo siento… saben, el tráfico…»

Entonces, ¿qué se podía esperar del resto del país? Llegan tarde a todo. ¿Quieres que lleguen a las 9:00? Por tu bien, diles que esté ahí a las 7. Y nadie le para. Ni en el trabajo, ni en una cita, por Dios, seguro que ni los médicos.

La semana pasada, le celebramos el cumpleaños a la prima de mi novia en El Picoteo. Yo era el encargado de escoltar tanto a ella como a la homenajeada al sitio, y me dicen que esté allá como a las 9. De repente, la señorita en cuestión viene con una cara de preocupación. Mi hermosa pareja alistábase para salir, y yo estaba sentado en la sala con el cuñado de ella.

–¿Que pasa prima?– pregunto yo, empavando las futuras relaciones.

–Que una amiga mía ya está allá–, contesta.

–¡Berro! ¿Y a qué hora le dijiste?

–Entre 9 y 10. Y yo quería estar allá para recibir a la gente…

Chequeo mi reloj. Son las 9:35. Ella está relativamente lista, pero recuerdo la hora en que me dijeron que llegara. ¿Qué hay de malo en esta historia?

–Peo ya va, ¿y entonces por qué no me dijiste que estuviera aquí antes?

–¿Y qué iba a saber yo que ella iba a llegar ahorita?

Perplejo, insistí un poco más. –Amiguita, ¿no le dijiste que estuviera entre 9 y 10? Son las 9:30, es entre 9 y 10.

–¡Sí, pero yo no sabía que era una fiebrúa que iba a llegar ahorita! ¡Yo creía que iba a llegar a las 10 y pico!

Asi es el latino, venezolano incluido. No sólo es impuntual, sino que espera que los demás lo sean. Y cuando somos puntuales, somo llamados «fiebrúos» o algún otro calificativo en un intento de hacernos sentir extraterrestres o anormales. Y todo el mundo cae en eso: desde la mujer que le dice al novio o al amigo «dame cinco minutos», para bajar en quince, o el chamo que llega media hora despues que empezó la clase, hasta el jefe que cita a todos para las 10 para él llegar a las 10:30, o un Presidente que hace esperar a todo el mundo una hora. O más.

Gente métanselo en la cabeza: llegar a tiempo es respetar a los demás. El tiempo no es suyo solo. También el otro tiene vainas que hacer después de la cita con ustedes. O tiene algo planificado para ese momento. O es tan importante como tú y a tí no te gusta esperar. Por impuntualidad se pierden negocios, se pierden relaciones, se pierde dinero, se pierde RESPETO, coño. Yo nunca dejaré de formarle peo a la gente por llegar tarde. Doy gracias a Dios que mi actual pareja jamás me ha hecho esperar para salir. Igual las dos anteriores. Como debe ser. ¿Qué les cuesta, pregunto yo?

¿Qué culpa tenían?

Ayer fue un día de caos en Caracas. Muy justificado. Yo soporté mi cola con resignada paciencia, sin importar el abrasante calor o el hecho de llegar tarde al trabajo. Nada que yo sintiera se comparaba con el dolor que podía sentir la familia Faddoul, por la pérdida de sus tres hijos, y la familia de su chofer, el señor Miguel Rivas.

A la altura de la Francisco de Miranda, por Los Ruices (zona del este de la ciudad donde trabajo, para aquellos que leen esto de afuera), vi una madre riendo con su bebé de cuatro años en los brazos. No les voy a decir que los miré y reventé en llanto; eso no sería justo ni para mí ni para los pobres muchachos. Pero sí sentí una pequeña tristeza. ¿Quién puede ahora asegurarle a esa madre que su hijo llegará a la pubertad? ¿Qué seguridad tiene que cuando sea mayor y salga a divertirse con sus amigos regresará a su casa?

No es momento de echar culpas, pero sí de apuntar responsabilidades. La gente del gobierno encargada de la seguridad de nuestra ciudad y nuestro país no han logrado grandes avances. Hay cada día mayor inseguridad en las calles, cada día peor trato de los policías a los ciudadanos, cada día menos ganas de salir de noche adonde sea. Si uno no se para en un alcabala de policías corre el riesgo de que le disparen, si se para también. Señor Ministro del Interior, señor Director de la Policía Metropolitana, señor Alcalde Mayor, ustedes no han cumplido su trabajo con la cabalidad que merece la situación. No sé si renunciando solucionarán algo, pero, ¿no creen que deberían siquiera pensarlo? Y les digo, esto no es un asunto ni partidista ni político; es un asunto de ESTADO, que es la unión de territorio, ciudadanos y leyes. El que se ande con politiquerías a estas alturas es tan malo como el indiferente.

Quiero escribirle ahora a los tres grupos que se verán afectados más directamente por este triste hecho: los ciudadanos, los jóvenes y las madres.

JÓVENES:

Nunca van a entender completamente a los padres hasta que ustedes lo sean. Pero piensen en una vez que dejaron a su novia estudiando en casa de una amiga, y estalla alguna sitaución anormal en la ciudad. Piensen en el 11 de abril de 2002, por ejemplo. Ustedes viven en San Bernardino, y su novia está en Manzanares. Las calles están bloqueadas, y los papás de su novia están de viaje. Como todo el mundo está llamando para saber que los suyos están bien, las líneas colapsan. Son las nueve de la noche, y no has sabido nada de ella desde las dos de la tarde, cuando hablaron por última vez. ¿Cómo te sientes?

Ahora duplícalo. Eso es lo que debe sentir tu viejo cuando te desapareces de rumba toda la noche. Quintuplícalo, y luego por diez, y eso es lo que siente tu mamá cuando dices que ibas a casa de alguien pero te lanzas a la playa.

Quizá no deba escribir esto, pues no sólo no soy padre, sino que he cometido las clásicas locuras de chamo. Siempre me he perdido sin avisar en la casa, o simplemente aviso que me voy a perder, angustiándolos igual. Pero no es sino ahora, que ya pasé de los treinta, que veo a tantos de ustedes que tienen una relación muy dura con sus padres, que entiendo que los míos no son padres estándar. De modo que, si ustedes son de los que realmente hablan con sus padres, salen con ellos, se las llevan bien con ellos, traten de entender que ustedes para ellos son lo más grande, lo único que realmente importa, lo único que tienen para cuidar aparte de sí mismos. De modo que, cuando salgas a rumbear –porque la idea no es vivir hacinados en la casa esperando a podrirnos de la ladilla–, toma tus precauciones sobre dónde vas a ir, cómo vas a llegar allá y de qué forma te vas a regresar, o dónde te vas a quedar. Por tu seguridad, y la tranquilidad de los viejos.

MADRES:

¿Cómo decirle algo a una madre? Habrá un día en que le dedique algo a la mía en estas páginas, pero mientras tanto, tengo que emoezar por decirle a cualquier madre que lea esto que mi corazón está con ellas. Si han leído la carta que la señora Faddoul le escribió a los secuestradores de Bryan, Kevin y Jason, saben que nadie sufre con algo que le pase a unos muhachos como lo que sufre su madre. Nadie. Por eso es que a veces entiendo a la mía, cuando aún a mis 34 años, insiste a veces en protegerme como a un niño.

Pero también por amor se lastima. Una madre necesita dejar que los hijos dejen el nido. Es lo más difícil para ellas, cierto, pero es algo que deben hacer. Entre más lo extiendan, peor será para todos. Ustedes los prepararon para este mundo duro y cruel, hicieron todo lo que pudieron. Déjenlos volar, y sepan que Dios estará con ellos. No importa lo que les suceda, Dios estará con ellos. Y a la señora Faddoul: sus tres ángeles están con Él ahora. No es donde debían estar, pero sepan que están con Él. No hay forma de consolarla, de modo que no diré más.

CIUDADANOS:

Ayer, cuando estaban convocando a marchar desde mi universidad, me contaron que hubo uno –nunca falta– que le dijo a una de mis compañeras: «¿Para qué voy a marchar, si yo no conocía a esos chamos?» ¿Estás seguro? Dime, ¿tú no tienes amigos? ¿Hermanos? Te puedo asegurar, amigo, sí que los conoces. Ellos son cualquiera que salga a la calle a estudiar, trabajar o divertirse. Ellos pueden ser tú, hijo.

¿Les da rabia que haya una persona que piense así? Pues sepan esto, somos nosotros los que tenemos la culpa. Esta generación ha salido pensando que si a nosotros no nos salpica, no hay por qué preocuparse. Somos la generación que se tomó el paro como unas vacaciones, que en lo que terminó y abrieron el Sambil salieron en tropel a vaciarlo. Somos los que salieron a marchar e hicieron una fiesta de ellas, pensando que con las marchas bastaban. Somos la generación que cree que va a aparecer un Mesías de la nada y nos va a solucionar esto, porque por lo visto no queremos votar para que surja uno de la calle. Somos la generación que heredó de la anterior la viveza, el aplique de la ley de mínimo esfuerzo, el «diez es nota y lo demás es lujo». Y digo somos, porque no voy a librarme de la culpa. Y para aquellos que me dicen que es imposible cambiar a la gente, les pregunto: ¿acaso lo has intentado?

Y con ustedes… Los Beetles!

Yo tengo, lo admito, los gustos más extraños. Y me di cuenta hablando con un grupo de amigas de la universidad. Una le tiene pánico a los gatos. Otra dice que las palomas son, y cito: «ratas con alas». Y todas temen a las serpientes. (¿Celos profesionales?) Y me divertía muchísimo, porque ante todos sus comentarios yo simplemente sonreía incrédulo. ¿Gatos? Me fascinan (aunque prefiero a los perros). ¿Palomas? No son mis favoritas, pero me divierten. ¿Serpientes? Les reto a buscar una imagen más sexy que Salma Hayek bailando con una pitón envuelta en la película From Dusk Till Dawn (Del Crepúsculo al Amanecer). (Si la quieren juzgar, pues vean aquí…. no es la mejor foto, pero…) Ante la evidente flexibilidad de mis gustos por animales rechazados, mi grupo de amistades me increparon: «No, m’ijo, ¿a qué le tienes asco tú?» Confesé que las cucarachas eran algo que yo no podía soportar, aunque aún así las admiraba. Y luego procedí a confesar cuáles eran mis animales favoritos. De primero (y único aceptado) el loro, a quien le dedicaré una entrada aquí someday. El segundo, las ya mencionadas serpientes. Y el tercero y más extraño… los escarabajos.


Sí. Me encantan los escarabajos. Cuando en mi casa entra un conocido coquito, mientras que mi mamá pega gritos, yo simplemente sonrío y espero agarrarlo. Me fascinan estos bichitos porque, si evaluamos el éxito por número de especies, son sin duda la especie más exitosa del mundo. De hecho, al naturalista J. B. S. Haldane se le preguntó qué había descubierto sobre la naturaleza el Creador al estudiar su obra. Éste respondió: «Una afición desordenada por los escarabajos.»¿Qué tanto? Cuatro de cada diez animales es un escarabajo, y cada año se encuentran especies nuevas. Y lo más asombroso es que, aunque todas tienen un diseño básico, hay pocos seres con una variedad tan increíble en diseño, color y extravagancia de adorno. Como todos los insectos, los escarabajos tienen seis patas articuladas y un cuerpo dividido en tres: cabeza, tórax y abdomen. Y como la mayoría de los insectos, tienen cuatro grandes alas que les permiten volar. La diferencia, es que el par anterior está endurecido y se llaman elitros, que protegen el par anterior y el resto del cuerpo. Son tan duros que cuesta mucho atravesarlos con un alfiler. Es éste novedoso diseño a prueba de casi todo que los escarabajos han podido conquistar toda clase de hábitats excepto las frías tierras de la Antártida.

Los escarabajos pueden comer de todo, desde los inocentes y vegetarianos coquitos hasta los terribles escarabajos tigre y los escarabajos peloteros que comen, pues, estiércol (pupú, para los menos entendidos), y en tamaño desde monstruos más grandes que una mano humana hasta seres más diminutos que el punto al final de esta oración. También hay bellísimas joyas aladas que parecen hechos de metal, y espectaculares titanes con cuernos y mandíbulas que usan para atraer a una pareja y defender su territorio. Un vistazo a las fotos que están abajo les darán una idea. (Todas fueron sacadas de Internet, así que (r)copyright lo que sea con ellas.)

Obviamente, el hombre no puede ignorar un vecino tan abundante en su mundo. De modo que los escarabajos han abundado en nuestra cultura. Los más famosos son los escarabajos sagrados de Egipto, representados por el dios Khepri. Los egipcios decían que el escarabajo llevaba el Sol hasta el cielo, y el Sol era representado por Ra, el dios principal. Más recientemente, el carro más popular de la Historia fue comisionado en 1934 por Adolf Hitler al ingeniero Ferdinand Porsche. 22 millones de unidades después, el Volkswagen, cariñosamente llamado «escarabajo» (beetle, en inglés), apodado así porque un reportero americano dijo que parecía un escarabajo de tan redondo que era, fue finalmente retirado del mercado, antes e ser sustituido por el New Beetle en el 2003. Y a finales de los años ’50, un joven inglés hizo un juego de palabras con la palabra «beat» (ritmo) y decidió cambiar el nombre de su banda The Quarrymen a… The Beatles. Así, John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison ayudaron a afincar el nombre en inglés de los escarabajos aún más.

(Ah, y por supuesto, el mundo del origami asombra con los escarabajos, ya que ya parecen salidos de papel de cierta manera. Robert J. Lang ha escrito dos libros dedicados a los insectos, y su escarabajo Hércules y escarabajo Samurai son dos de los mejores modelos en origami que he visto.)

De modo que ahí tienen un pequeño abrebocas sobre mi tercer animal favorito. Son criaturas de verdad fascinantes, además de tener hábitos bien curiosos, como verán en las fotos de abajo. Simplemente, uno no puede juzgar algo por su carácter; todas las criaturas del mundo tienen algo de admirar de ellos. Piensen en eso la próxima vez que quieran pisar un coquito.