50 lecciones para 50 años: Parte 23

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Ayer en algún momento me puse a pensar qué podría hacer para seguir con el impulso de escribir algo a diario, a ver si finalmente el libro que tanto quiere salir desde mis entrañas lo termina de hacer. ¿Narrar algo a diario, como se suponía era este blog en sus principios? ¿Comentar alguna cosa interesante o extraordinaria con la que me topé ese día? ¿Enfocarme en cuentos cortos para alimentar a este niño?

Si haces algo chiquito todos los días, eventualmente el acumulado se transforma en algo grande. Puede que sea feo, pero existe. Esa es la vida creativa: sentarse a hacer algo a diario hasta que ese «algo» tenga una forma definida, y practicar a diario para apestar menos. Eso es lo más difícil para mí: esa disciplina que se requiere para sentarse todos los días en el mismo sitio, a la misma hora, y no pararse hasta que haya un resultado. Leer sobre las rutinas de los artistas y creativos es simultáneamente inspirador y desesperante, pues les admiras su disciplina pero ves en algunos instantes lo poco que duermen, la falta de amigos, las peleas con la familia…

Claro que no siempre es así, y de hecho ahora se trata de que no sea así. La imagen del artista torturado sólo ha ayudado a perpetuar que está bien el sufrimiento, incluso la inestabilidad mental, para lograr la obra maestra. Y ahora vemos tantos creativos que llevan vidas plenas, por su propia decisión, y tienen una salida artística aunque sea decente. Lo que todos tienen en común es que todos los días, sin excepción, posaron las nachas en la silla, abrieron el cuaderno / prendieron la computadora / prendieron el micrófono / sacaron una hoja en blanco, y se pusieron a trabajar.

¿Qué creen ustedes que debería hacer después del 17? Mientras tanto, pueden leer las entradas anteriores aquí.

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