Ser mesonero: lo mejor y lo peor que me ha pasado

En noviembre de este año cumpliré cinco años que di el salto desde Caracas hasta Orlando, Florida. Tengo la ventaja de que soy ciudadano estadounidense, pero eso no quería decir que no era un inmigrante de todos modos. Por supuesto que no pensé que conseguiría trabajo como periodista de inmediato –si es que alguna vez– así que había que conseguir cualquier cosa. Después de pasar varias semanas en donde lo mejor que podría conseguir era limpiando mesas con un sueldo bajísimo y con un día libre, y el obligatorio paso por construcción (que duró dos días), el azar me llevó a una posición en la que nunca pensé me encontraría: sirviendo mesas en un restaurant en medio de un centro comercial muy concurrido.

Cinco años después, sigo en ese trabajo, que puedo decir sin lugar a dudas ha sido la mejor y la peor cosa que me ha sucedido en toda mi vida. Una de las razones es que, al entrar en la cultura de la propina de Estados Unidos, me doy cuenta que, aunque muchas veces trabaja en mi beneficio, la simple realidad es que no tiene ningún sentido, coño. A ver si les puedo explicar.

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