
Ustedes no han vivido hasta que una niña que solo han conocido por un par de días te dice «Te amo», y sabes que es verdad. Esas fueron las palaras que escribió en un pedacito de papel que ahora guardaré como si se tratase del Acta de la Independencia.
Esa fue una de muchas primeras que viví esta última semana. La niña en cuestión es mi sobrina de cuatro años, junto con su hermano morocho, con quien se me ha comparado varias veces dado su amor por los animales, en especial dinosaurios, y ciertos gestos. No había tenido oportunidad de conocerlos dado que nacieron cuando ya había emigrado fuera de Venezuela. Y tuve la inmensa bendición que la conexión fue casi instantánea.
También fue la primera vez que abracé a mis padres desde 2019, cuando ellos y mi hermano y mi cuñada viajaron a visitarnos en Orlando. Doy gracias a Dios que los veo enteritos, con sus achaques por la edad, claro, y las angustias de vivir en la incertidumbre que es Venezuela. Mi hermano logró llevarlos a España, donde ahora viven, para pasar el cumpleaños suyo, el de mamá, Navidad y Año Nuevo juntos, algo por lo que tambien estoy agradecido.
Y por supuesto que me deja con el corazón dividido en dos.
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