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No sé a ustedes, pero yo como venezolano siento que por estos días vivo en un casi permanente estado de déja vu, con el clásico de Franco de Vita sonando fuerte en nuestras cabezas, jurando que esto ya lo había vivido.
Veo a la democracia en mis dos países tambalearse, aunque en Venezuela qué puede quedar de ella. Veo la xenofobia salir del sur y hacer escándalo en redes, solo porque un compatriota tuvo el descaro de tratar de hacerlos reír. Vivo la angustia de un familiar lidiar con el drama del sistema de salud en Venezuela, y tener que resignarse a ser otro de los ocho millones que la han tenido que dejar atrás.
Y no sé ustedes, pero yo ya estoy como harto.
Es tan contradictorio que nosotros tengamos fama de divertidos considerando todo por lo que hemos pasado, pero aún así creo que em siento orgulloso del hecho. ¿No dicen que la risa es el mejor remedio? A todo le sacamos un cuento, un chiste, una anécdota. Nuestras lágrimas salen en nuestro cuarto, en la sala con la familia, en la videollamada. Y nadie más parece entenderlo porque nadie más ha vivido lo nuestro, y de hecho es nuestro problema, al final. Solo podemos contar con la empatía ajena.
Porque la propia…
No sé honestamente qué más escribir que no sepan ustedes ya. Lo que odio es no poder explayarme como quiero por aquello de que temo represalias. Sí, a ese punto estamos. Otro déja vu más: el miedo a escribir algo que vaya a ofender a la persona equivocada.
Mejor dejemos este desahogo hasta aquí, y pensemos en cosas mejores para el siguiente post.